Por la Coordinadora de Solidaridad con Cuba y los Pueblos
La polvareda del tiempo arrastra nubes de memorias. Cuarenta y más años han transcurrido como si fuera ayer que en la quebrada aquella yacía herido quien pronto traspasaría la muerte.
El mito adornó la trágica hora convirtiendo al anónimo combatiente en la insignia más brillante de nuestra contemporánea era. Su rostro de ceño fruncido desde la eternidad nos insta a continuar la tarea.
Camina, camina y camina. No deja de caminar. Banderas rojinegras, camisetas y llaveros: productos del mercado que ha sucumbido ante su portentosa imagen. El devorador resultó devorado. No ha podido confinarlo en su cárcel de consumo y al igual que Cristo, aquél se une en coro al llamado por la humanidad, por los pobres y desvalidos. Es tan potente su mensaje que basta su rebelde melena y su clara mirada para entender el por qué de su objetivo. No caben ni calumnias ni sesudos cotejos, solo la lectura de sus diáfanas razones.
Saludo venerable compañero, sin tratarte te conocemos, sin hablarte escuchamos tus augurios y sabemos que lo observado, lo sufrido por ti era tu futuro.
Que más homenaje podemos darte que reconocer tu verdad, que saber que el pueblo en el cual hoy te meces nunca te olvida y en cada jornada por muy minúscula que sea, se acompaña de tu persona. Quizá, porque infundes esa confianza que da el guerrero de mil batallas, que da el líder seguro de su victoria.
Y, porque has vencido, incluso a la muerte, al frente te colocas de la historia sabiendo que los pueblos, indudablemente, vencerán.
Cuando lo hagan, de seguro en parques y barriadas, en montañas y ciudades, en cuerpos y almas habitarás como habitan los santos en el pueblo no por milagreros, sino por humanos.
Guatemala, 8 de octubre de 2010
La polvareda del tiempo arrastra nubes de memorias. Cuarenta y más años han transcurrido como si fuera ayer que en la quebrada aquella yacía herido quien pronto traspasaría la muerte.
El mito adornó la trágica hora convirtiendo al anónimo combatiente en la insignia más brillante de nuestra contemporánea era. Su rostro de ceño fruncido desde la eternidad nos insta a continuar la tarea.
Camina, camina y camina. No deja de caminar. Banderas rojinegras, camisetas y llaveros: productos del mercado que ha sucumbido ante su portentosa imagen. El devorador resultó devorado. No ha podido confinarlo en su cárcel de consumo y al igual que Cristo, aquél se une en coro al llamado por la humanidad, por los pobres y desvalidos. Es tan potente su mensaje que basta su rebelde melena y su clara mirada para entender el por qué de su objetivo. No caben ni calumnias ni sesudos cotejos, solo la lectura de sus diáfanas razones.
Saludo venerable compañero, sin tratarte te conocemos, sin hablarte escuchamos tus augurios y sabemos que lo observado, lo sufrido por ti era tu futuro.
Que más homenaje podemos darte que reconocer tu verdad, que saber que el pueblo en el cual hoy te meces nunca te olvida y en cada jornada por muy minúscula que sea, se acompaña de tu persona. Quizá, porque infundes esa confianza que da el guerrero de mil batallas, que da el líder seguro de su victoria.
Y, porque has vencido, incluso a la muerte, al frente te colocas de la historia sabiendo que los pueblos, indudablemente, vencerán.
Cuando lo hagan, de seguro en parques y barriadas, en montañas y ciudades, en cuerpos y almas habitarás como habitan los santos en el pueblo no por milagreros, sino por humanos.
¡VIVA EL CHE!
¡VIVAN LOS PUEBLOS DE AMÉRICA Y EL MUNDO!
¡SOCIALISMO O MUERTE!
¡VENCEREMOS!
Guatemala, 8 de octubre de 2010
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