viernes, 25 de febrero de 2011

EGIPTO: FRUTO DEL MAL CLIMA EN EL MUNDO

Por Carlos Maldonado

Luego de la salida de Hosni Mubarak, todos nos preguntamos qué pasará en esa región y específicamente en ese país.

Los gringos se apresuraron a decir que “la democracia ha triunfado en Egipto”… “que el pueblo se ha impuesto a la tiranía”… en fin un sinnúmero de jubileos de quienes hablan con las manos detrás pues las tienen embarradas de excremento al ser ellos mismos los padrinos y paladines de esas dictaduras.

Como no habría esperar otra cosa diferente de ellos, ahora que han presionado para la salida del último faraón ante la necedad de éste, tratarán de influir en el rumbo a seguir por los sustitutos de aquél en la estratégica nación del Suez para evitar que las revueltas solo queden en eso y, ante su innegable peso en la política global apoyada por la genuflexa Europa , creen tener el sartén por el mango. De esa cuenta, sacando barba en cara de niño, ahora fomentan “la subversión” en Irán por medio de tecnología mediática (twitter y facebook) para asegurar la región bajo su visión de democracia. Sin embargo, existen otros factores que por el momento no están bajo su control.

A la luz de otras circunstancias hay que examinar lo que incidió en que dicha coyuntura popular se diera. Las revueltas en Túnez y Egipto no estuvieron cimentadas al principio, en cuestiones de afrenta y barreras a la participación política popular. Éstas se derivaron de algo sustancialmente vital para los seres humanos: el hambre. Por eso, lo que no empezó con miras a revolucionar el mundo árabe, la carestía quizá si lo haga. La lucha económica se transformó pronto en lucha política. Y masiva.

Lo que no empezó más que como una protesta por la carencia de alimentos y los altos precios de los que había, ahora, después de tumbar a Ben Alí y Mubarak, respectivamente, se extienda a otros pueblos que sufren similares situaciones.

El Banco Mundial acaba de colgar en su portal del cual se desprendió la información de hoy miércoles 16 de febrero de 2011, en su sección de Economía, página 13, de elPeriodico de Guatemala: “el alza de alimentos crea más pobreza” y advierte que “…los precios rozan niveles peligrosos”; “El persistente encarecimiento de los alimentos en los mercados internacionales desde junio pasado ha abocado a la pobreza a 44 millones de personas, advierte el Banco Mundial (BM) en un informe elaborado para la próxima cumbre del G- 20” ; “…recuerda que los precios de los alimentos están rozando los niveles récord que alcanzaron en verano de 2008 por culpa de la demanda desde China, India y, en general, desde los países emergentes asiáticos. Tampoco han ayudado a moderar la presión al alza las malas cosechas de 2010 o el afán de algunos Gobiernos por rellenar la despensa aún a costa de alentar la especulación. Esta alza de los alimentos, además, es una de las razones de las protestas que desencadenaron la crisis en Túnez y el efecto contagio en las calles de Yemen, Argelia, Jordania y Egipto”.

Sin embargo, con lo que no cuentan las grandes potencias es que el cambio climático se ha puesto al lado de las masas depauperadas del mundo para tumbar este sistema caduco del capital. Los pueblos no están conformes con sentarse en el portal de su casa para ver pasar el féretro que contiene el cadáver putrefacto del Imperialismo. Hay que derrocarlo antes que sea demasiado tarde. Y el hambre lo recuerda amargamente.

Según Paul Krugman, premio Nóbel de Economía en 2008, quien no es marxista ni socialista, ni mucho menos, en un artículo escrito el 13 de febrero de este año, hace apenas tres días, titulado Sequías, inundaciones y alimentos, dice: “Estamos en mitad de una crisis alimentaria mundial (la segunda en tres años). Los precios mundiales de los alimentos batieron un récord en enero, impulsados por los enormes aumentos de los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites. Estos precios desorbitados solo han tenido un efecto limitado en la inflación estadounidense, que sigue siendo baja desde un punto de vista histórico, pero están teniendo un impacto brutal para los pobres del mundo, que gastan gran parte o incluso la mayoría de sus ingresos en alimentos básicos.

¿Y qué hay detrás del repunte de los precios? La derecha estadounidense (y la china) culpa a las políticas del dinero fácil de la Reserva Federal , y hay al menos un experto que afirma que hay “sangre en las manos de Bernanke”. Mientras tanto, el presidente francés Nicolás Sarkozy culpa a los especuladores y les acusa de “extorsión y pillaje”.

Pero las pruebas cuentan una historia diferente, mucho más siniestra. Aunque hay varios factores que han contribuido a la drástica subida de los precios de los alimentos, el que realmente sobresale es la medida en que los acontecimientos meteorológicos adversos han alterado la producción agrícola. Y estos acontecimientos meteorológicos adversos son exactamente la clase de cosas que uno esperaría ver a medida que el aumento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero cambie el clima (lo que significa que la actual subida del precio de la comida podría ser solo el principio).

Es cierto que el crecimiento en algunos países emergentes como China conduce a un aumento del consumo de carne y, por tanto, a un incremento de la demanda de pienso para los animales. También es cierto que las materias primas agrícolas, especialmente el algodón, compiten por la tierra y otros recursos con los cultivos destinados a la alimentación (como también lo hace la producción subvencionada de etanol, que consume muchísimo maíz). De modo que tanto el crecimiento económico como las malas políticas energéticas han contribuido en cierta medida al repentino encarecimiento de la comida.

Aun así, los precios de los alimentos iban a la zaga de los precios de otros productos básicos hasta el verano pasado. Entonces llegó el azote del tiempo.

Fíjense en el caso del trigo, cuyo precio casi se ha duplicado desde el verano. La causa inmediata del repunte del precio del trigo es evidente: la producción mundial ha caído en picado. La mayor parte del declive de dicha producción, según los datos del Departamento de Agricultura de EE UU, es el reflejo de una drástica bajada en la antigua Unión Soviética. Y sabemos a qué se debe eso: una ola de calor y una sequía sin precedentes, que elevaron las temperaturas de Moscú por encima de los 38 grados por primera vez en la historia.

La ola de calor rusa solo ha sido uno de los muchos acontecimientos meteorológicos extremos recientes, desde la sequía de Brasil hasta las inundaciones de proporciones bíblicas de Australia, que han mermado la producción mundial de alimentos.

La pregunta, por tanto, pasa a ser qué hay detrás de estas condiciones meteorológicas extremas. Hasta cierto punto, estamos viendo las consecuencias de un fenómeno natural, La Niña, un acontecimiento periódico en el que el agua del Pacífico ecuatorial se enfría más de lo normal. Y los fenómenos de La Niña se han relacionado históricamente con crisis alimentarias mundiales, entre ellas, las crisis de 2007 y 2008.

Pero la historia no termina ahí. No se dejen engañar por la nieve: en conjunto, 2010 está vinculado con 2005 por ser el año más cálido del que se tienen registros, aun cuando nos encontrábamos en un periodo de actividad solar mínima y La Niña fue un factor de enfriamiento durante la segunda mitad del año. Los récords de temperatura no solo se batieron en Rusia, sino en al menos 19 países, que representan una quinta parte de la superficie terrestre del planeta. Y tanto las sequías como las inundaciones son consecuencias naturales de un mundo que se calienta: las sequías porque hace más calor, las inundaciones porque los océanos más calientes liberan más vapor de agua.

Como siempre, no es posible atribuir ningún acontecimiento meteorológico concreto a los gases de efecto invernadero. Pero el patrón que estamos viendo, con máximos extremos y en general un tiempo extremo que se vuelve mucho más habitual, es justo lo que uno esperaría del cambio climático.

Por supuesto, los sospechosos habituales se pondrán como locos ante las insinuaciones de que el calentamiento global pueda tener algo que ver con la crisis alimentaria; quienes insisten en que Ben Bernanke tiene las manos manchadas de sangre suelen ser más o menos los mismos que insisten en que el consenso científico sobre el clima es el reflejo de una descomunal conspiración de la izquierda.

Pero las pruebas indican, de hecho, que lo que estamos viviendo ahora es un adelanto de la alteración, económica y política, a la que nos enfrentaremos en un mundo recalentado. Y dada nuestra incapacidad para actuar frente a los gases de efecto invernadero, se avecinan muchas más cosas, y mucho peores.”[1]

En nuestro país, la Canasta Mínima Vital ya alcanzó el récord de Q. 4,000.00 lo que deja fuera a mucha gente que apenas gana el mínimo o ni siquiera los empleadores se lo pagan amparados en la corrupción y la impunidad que campea. No digamos los que no tienen empleo y subsisten a través del trabajo informal, la mendicidad y la delincuencia. Mientras tanto, la derecha recalcitrante se regodea con sus candidatos a las elecciones de septiembre de 2011, en discursos fatuos e insulsos, prometiendo puras patrañas y falsedades. Por eso decía en un artículo anterior que la unidad de la izquierda, aún con toda la rastra de sus yerros, peleas internas, protagonismos e ignorancias, es urgente y necesaria, pues es la única poseedora de propuestas claras sobre la humanización de la humanidad; la única que puede construir un programa de gobierno en beneficio para la mayoría y entre ellos, los desheredados; la única que puede cambiar el rumbo radicalmente y dar al traste con este rosario de gobiernos corruptos y genuflexos a Washington. Esa izquierda que nace sino como teoría si como vivencia y actitud en cada uno de los pobres que aún en medio de su miseria se quitan el pan de la boca para compartirlo con los más desvalidos. Esa izquierda que se mezcla con la esencia de las grandes religiones: cristianismo, islamismo y budismo y con aquellas que han quedado relegadas por el peso de éstas como en nuestra realidad, la religión de los pueblos originarios.

El mundo necesita una nueva humanidad que la salve de su destrucción. El Imperio lo sabe y ha afilado sus uñas. Por apocalíptico que suene, se está preparando para sus últimas batallas.

Los pueblos deberán vencer para construir un nuevo mundo.

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