martes, 7 de septiembre de 2010

Poesía, narrativa y vivencias del poeta guatemalteco de Quetzaltenango RODIGO PEREZ

Responsabilidad de la Licenciada Reina Nájera Saravia.

México, 15 de septiembre 2010.


Escribe: RODRIGO PEREZ. Poeta Guatemalteco

El año 1969 cambio mis sentidos irremediablemente. La colaboración con los compas, consistió en salir varias noches a pintar paredes en sitios públicos: VIVAN LAS FAR, PUEBLO UNIDO, EL TACUA a quien conocí desde que entramos al internado. Yo era estudiante.

Había sido del grupo que en octubre de aquel año regresaron al Instituto con la cabeza descalabrada.

Era el brazo derecho de uno de los líderes encargado de las células en la costa sur. Eso lo supe después. El Tacua y Edgar [el Cobanero] me pidieron colaborar y yo accedí.

Durante siete años los guatemaltecos bajamos la cabeza y seguimos la rutina de la vida. Le respondí que SI al Tacua para que no me sintieran cobarde.

Me interceptaron a dos cuadras de mi casa, cubriéndome el rostro con una manta con olor a cigarro arrojándome adentro de una Suburban.

Me llevaron a la estación de policía la que llamaban El Cuartel diciéndome: YA TE JODISTE. VAS A CANTAR.

Me introdujeron a un cuarto con paredes descascaradas; se adivinaba un remoto amarillo' me golpearon, querían saber donde se escondía el Jefe del Tacua. Casi me ahogaron en una palangana llena de agua turbia, maloliente, gritándome: ¡TE VAMOS A QUEBRAR EL CULO!

Mi cuerpo palpitaba, un desnudo, húmedo y amoratado cuerpo. Luego llegó el de la cicatriz (de rango superior) y todos los presentes se le cuadraron parecían ciclopes rabiosos

El hombre maduro era delgado, se le notaba en las costillas como a los perros callejeros que sobreviven. Viéndome a los ojos me dijo: ¡DEJATE DE CABRONADAS PATOJO! si nos decís lo que queremos te podes regresar al Instituto. Dirigiéndose a otro le dijo: Coyote, pasame la cuerda porque yo les voy a enseñar a trabajar. INUTILES!

El Jefe desenredaba la cuerda brillante y tersa. Le observaba la cicatriz en el ojo. Con la cuerda me amarraron el escroto y cada mano sostenía una punta. ¿SABES QUE ES ESTO? es una cuerda de guitarra para que cantes. Yo voy a tocar el son. La estiró, yo grité, mi cerebro y mis labios sabían a locura, luego un ruido seco de una liga que se rompe y fui envuelto en una tremenda obscuridad

Cuando desperté me encontraba en un consultorio de Enfermería donde me tuvieron cinco días. Alguien dijo YA DESPERTO?

Que suerte que no te moriste (Era el Coyote). Te voy a llevar al Instituto porque ya atrapamos al responsable de la célula aquí en Mazate. Ni hablar con el Jefe. Se les fue la mano. Me llevaron en un vehículo dejándome a una cuadra del Instituto.

Cuidadito con hablar porque el siguiente va a ser tu viejo. Sabemos que viven en Coatepeque y arrancaron el auto.

LAS SEIS Y CUARTO DE LA TARDE. HABIAN TRANSCURRIDO 24 AÑOS.

El estomago ardía, sentía fuego en la garganta. Quería correr al parque central y trepar una altura para gritar de rabia, de dolor. La impotencia que hacia 24 años traía cocida la entrepierna.

Trepar el asta para despertar al Quetzal de mi bandera para que secara los ojos de la memoria.

Entró a la estación de la novena, el andén estaba atiborrado, era la hora de más afluencia en una ciudad desordenada. José se escabullía entre cuerpos, chamarras, faldas floreadas. Muecas impacientes de usuarios.

Cuando los buses están llenos de pasajeros hay que ingresar por las ventanas. El dolor de la entrepierna lo hacia sudar. Levanto la cabeza para poder respirar cuando un brillo lo deslumbró. El terror le dilató los poros, comenzó a mutar cuando de las calles cercanas surgió la figura. ERA EL JEFE.

La masa humana del andén comenzó a vibrar, el chofer aceleró mientras el Jefe se quedó en la puerta de acceso al bus

En la carretera de entrada a Las Naciones Unidas, José se paró
Dirigiéndose a la portezuela, se acercó a su oreja sonrosada como la cicatriz: ¡BAILAME ESTE SON!
El Jefe volteó la cara arqueando las cejas.

José sólo ayudó a la inercia de la masa. Una anónima y discreta palmada en la espalda. Cerró los ojos y ajeno a los gritos de espanto de la gente sonrió imaginando los labios de la locura y los testículos esparcidos por la vía.

ALLI DONDE RADICAN NUESTRAS DEBILIDADES, VAN A EXTRAVIARSE NUESTRAS EXALTACIONES. Nietzsche

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