jueves, 23 de septiembre de 2010

LA IMPUNIDAD Y LA CORRUPCIÓN, PIEDRAS DE MOLINO ATADAS AL CUELLO DEL PUEBLO

Por Carlos Maldonado

Ayer un tráiler mató a una señora que se ganaba la vida vendiendo cocos a la vera de la carretera junto a sus dos hijos de 2 meses y 10 años, respectivamente en Santa Lucía Cotzumalguapa, Guatemala. Asimismo, a otros tres niños que regresaban de la escuela: una niña de 9 y dos niños de 7 y 12 años. A pesar de haber capturado al ayudante del piloto que fungía como tal en ese momento, el piloto oficial escapó.


La tragedia, que causa coraje en el momento, ponto se olvidará ante la vorágine de otras noticias que vendrán. El tráiler que quizá pertenezca a una empresa azucarera, la cual por supuesto ni siquiera se dio por aludida, cuando debiera ser corresponsable con dichos dramas por múltiples factores, seguirá, luego de haberle reparado golpes y rayones, su labor. El piloto que escapó, no duden ustedes, volverá a transitar en el mismo a pesar de su irresponsabilidad y crimen. El ayudante homicida, quizá estará algunos meses en la cárcel y saldrá libre después de haber incurrido en una deuda estratosférica para pagar bien al abogado y al juez corrupto que lo menos que le interesa es la justicia sino el dinero, no importa si éste proviene de ese pobre diablo. Al fin y al cabo, piensa aquel, es culpable, así que no pude darse el lujo de andar regateando.

Mientras tanto, un hombre queda viudo y otros niños huérfanos de su madre y hermanitos. Otros más sin la alegría de sus hijos verán como la vida discurre sin mayor sentido. En fin, un caso más de miles que la impunidad arrastra como las corrientes de este invierno han arrastrado casas y vidas sin que a nadie le importe más allá del momento. Las secuelas de esos hechos van pudriendo un tejido social ya de por sí maltrecho por tragedias pasadas. No termina de sanar.

Las catástrofes que provocan la corrupción y la arbitrariedad son las que más dañan a este país. Es la dinámica diaria en la que se mueven las personas. Es esa experiencia que ha provocado en los espíritus conformidad y resignación. Ya nadie dice nada, ya nadie reclama algo, ya nadie denuncia. O, como explosión repentina, se hace catarsis vapuleando y quemando a alguien. De allí nuevamente a la “normalidad”. Eso y el ágil escarmiento punitivo del Estado y común, han formado un pueblo de esclavos, un pueblo dócil y sumiso y han extirpado la incipiente llama de ciudadanía que alguna vez nació tímida.

Desde el policía que se hace el loco ante un robo o un desmán, hasta las coimas que se reparten los funcionarios para que los proyectos pasen sin controles de calidad. Desde el abuso de los pilotos al parar en cualquier lado para cargar o dejar pasaje hasta el retorcimiento de la ley que hacen los grandes juristas para adaptarla a los intereses de los poderosos. Desde la aberrante propuesta jurídica para que los “colaboradores eficaces” sean premiados con libertad para seguir delinquiendo a cambio de “quemar” a sus compinches, hasta los tres o cuatro salarios de 4 ceros que cobran funcionarios corruptos en varias instituciones del Estado a la vez sabiendo que eso es delito y mucho menos, sin demostrar la eficacia de su labor en contrapelo con los miserables ingresos de la mayoría del pueblo. Desde los productos adulterados que nos venden los mercaderes hasta el mal trato que dan a sus clientes las empresas privadas y públicas especialmente contra los que pertenecen a las diferentes etnias indígenas o contra las mujeres, ancianos o niños. Desde la coacción de cobrar por un parqueo en la calle que es pública a sabiendas que si no paga, rayarán o robarán tu vehículo, hasta el chantaje, en dinero o en especie, que cobran los altos funcionarios por otorgar una plaza o un favor a sus allegados o a quienes los solicitan. Desde la defensa de sus negocios y privilegios que hace a ultranza el CSU en la USAC hasta las malas prácticas y negligencia que muchos galenos y personal de enfermería realizan en los diferentes hospitales del país contra los pacientes; desde el desprecio que tienen muchos maestros para con sus alumnos a quienes no les importa si aprenden o no, hasta los partiduchos políticos que no sirven al país más que como rémoras para su emancipación real.

Ese ambiente carcelario de abuso y coacción que se ve en las películas se ha trasladado al diario vivir del guatemalteco. Lo que una vez fue el ambiente de un espacio cerrado se ha diseminado y en vez de enseñar dignidad desde la sociedad a los presos para lograr su regeneración, éstos han logrado rebasar esas fronteras.

Y, así podremos seguir enumerando y no terminaríamos nunca.

Y, ¿así se pide honestidad y honorabilidad al pueblo, cuando lo único que éste percibe de sus autoridades a todas partes que va, es engaño, estafa, prepotencia y abuso? ¿Y así se quiere promulgar una ley antimaras cuando las autoridades están metidas hasta el gaznate en los negocios del narcotráfico y otros muchos más ilícitos? Por favor, al menos no seamos hipócritas.

Se cosecha lo que se siembra. Pero no se puede seguir así, tiene que haber un alto en el camino para salir de la mala hierba empezando con los que dominan la economía y la política.

O usted, ¿qué opina?

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