miércoles, 11 de agosto de 2010

URGE UNA NUEVA GUERRILLA

Por Carlos Maldonado
La Gotera

Desesperanza y apatía, miseria y hambre, secuelas de procesos inacabados, ladrillos mutilados con los que se construye, sin embargo, el castillo del mañana, es lo que queda hoy de las ruinas neoliberales. Con frustraciones de esas no llegan a erigirse síntesis humanas que confluyan en héroes ni caudillos que abarquen ilusiones populares.


Los líderes acartonados que se levantan en pos de sus mezquinas particularidades y de sus partidocracias, no son atractivos al pueblo. Por ello, su convocatoria es pírrica como pírrica cualquier victoria electoral.

No son líderes. Llegan sin aura ni olivo. Su autoridad es famélica. Para ejercer poder deben recurrir al terror y la mentira, pues, carecen de cultura y visión. La democracia participativa es su última carta y ésta está agotada. No hay salida, lo que queda es arrimarse más al Norte decadente para retrasar la caída.

Se sigue apostando al viejo circo donde los payasos cuentan los mismos chistes. Los graderíos en cada función están más vacíos y la abstención, la última estrella que marca el fin de su función. Pero no es el mecanismo en sí, sino sus actores desgastados y roídos dentro de un espíritu mercanchifle.

El pueblo espera, desespera y languidece. La guerrilla, otrora fue su desfogo, su esperanza. Más luego que firmó la paz y aceptó puestos, se difuminó. Su discurso quedó aplastado por la jerga cooperacionista bajo cuyo dominio se elaboran planes de desarrollo y se crean reducciones “indias”. Las naves llegaron de nuevo con cuentas y espejos, pero también, con espada, cruz y dólares/euros.

El pueblo espera, desespera y languidece. Urge una nueva guerrilla. Un brote invisible que combata la anomia; columnas que irrumpan la rutina y fustiguen la modorra del acomodo. Empero, no pueden permanecer impalpables, rumorosas. Una guerrilla, en la estrategia de vencer, ha sido pensada para abrir brecha, organizar combatientes, asegurar abastos, liberar territorios, por tanto, para que desarrolle su esencia, necesita entrar en combate frontal contra el adversario. Hacerle saber que existe y que llegó para derrotarlo.

Una guerrilla libertaria no puede seguir escondida, agazapada, encerrada en pequeños círculos revolventes de amigos y simpatizantes. Es hora de salir a campo abierto. Hacer valer su veracidad y viabilidad. Su poderío que se fundamenta en la realidad, en la vivencia.

Porque, mientras siga hablando quedo en espacios encogidos, la derecha gana espacios sin resistencia, imponiendo ideas y programas; términos y conceptos, su cosmovisión, su forma de pensar y su cultura.

El pueblo espera con vehemencia el único leguaje balsámico que estremece su alma: revolución y fraternidad; pan y liberación. Que emerjan trincheras y frentes por todos lados combatiendo el lenguaje soez y vulgar de la propiedad privada y la “cooperación internacional”, aún dentro de sus propias filas. Esa es la tarea inmediata y crucial de esa nueva guerrilla.

Indigno pues, seguir gritando consignas revolucionarias en calles y plazas cuando en espacios íntimos se reproduce la línea imperial y oligárquica que desemboca en actitudes y acciones impositivas e intolerantes en casa, el trabajo, el colectivo, la organización. Allí, debe marcarse primero la diferencia y revelarse ese contraste en contraposición con la cultura burguesa. En la práctica es donde se hace realidad ese otro mundo posible.

No podemos seguir marcando diferencias sexistas, étnicas y de credos. Considerando la pobreza del pueblo como gancho para procurar la gota perenne de la sacrosanta cooperación que denigra a través de sus proyectos asistencialistas y paternalistas, al unísono que sus jeques anglosajones navegan en sus yates por el Mediterráneo y el Caribe rodeados de sus bellas putas y finos licores. ¡Liberación queremos de la garra aberrante de la mercancía!

Apenas han pasado 21 años desde que cayó el Muro y 14 de la firma de la paz. De esos hechos que arrancaron el delirio capitalista solo quedan los ecos de algunos ignaros que se esfuerzan en resucitar el cadáver del neoliberalismo que jamás pudo erigirse como la tapa al pomo del fin de la historia.

Estos, hoy más huérfanos que nunca al morir su máximo exponente, el señor Manuel Ayau, no encuentran acomodo ante el torrente de cambios a nivel mundial.

La única luminaria notable por su erudición, que por lo mismo representaba lo más culto y conspicuo de la derecha, se apagó. Ningún intelectual de su talla se vislumbra en el horizonte lo que significa que la derecha se verá forzada a seguir pie juntillas a Washington y su cada vez más arrinconada opción por la guerra.

Por eso, hoy más que nunca, hay que mirar al sur. Su propuesta de humanización de la humanidad viene aparejada de la recuperación de los recursos, la propiedad, la dignidad y la naturaleza. De ahí, el contraataque del Imperio al que no le importa morir ahogado en un mar de sangre por lo que urge desarmarlo antes que nos hunda en el infierno nuclear.

Vísperas de ello fue el reacomodo de la frontera entre muerte y esclavitud la cual se resolvió a su favor en Honduras. Frontera convulsa y débil en el ámbito de poder. De ahí su reversibilidad. Las fuerzas golpistas la recompusieron, pero, aunque militarmente, la resistencia esté sometida, triunfó. Catapultó a Honduras al plano internacional y la sacó del hueco donde su oligarquía y el Imperio la tenían. Es una victoria de la comunicación entre luchadores por la libertad. Es cuestión de tiempo retomar esa plaza.

Atendiendo a esa necesidad de enarbolar las ideas de emancipación las cuales la izquierda históricamente ha encabezado, es fundamental diseminarlas con entusiasmo, gallardía, firmeza, seguridad y valentía y, que mejor que con el ejemplo para demostrar a los demás que realmente otro mundo es posible. Ese, donde la guerra, el odio, el engaño y el dominio de unos sobre otros sean cosas de la prehistoria, al igual que el mazo de piedra y la rueca.

En conclusión, recalco, urge levantar una nueva guerrilla que alce la bandera de la esperanza en el corazón del pueblo. Una guerrilla de intelectuales que rearme de actualidad la esencia de los principios científicos de la revolución mundial con los cuales derrotar los vestigios contrarrevolucionarios que, a pesar de su derrota inminente y final, aún mantiene bajo su control los grandes centros de poder planetario.

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