Por Carlos Maldonado
Como se dice en buen chapín: no hace falta ir a la U para darse cuenta plenamente que la toma de la San Carlos por parte de los estudiantes aglutinados en EPA, fue la única forma que encontraron estos de hacerse escuchar.
Siempre se maneja el viejo discurso que las demandas deben hacerse a través de los canales respectivos, sin embargo, por lo general, esta recomendación no lleva garantía alguna que así será. Para los EPA esa propuesta resultó falsa.
A pesar de haber pactado en mayo que se instalaría una mesa de diálogo a raíz de la primera toma, las autoridades de la USAC dejaron que se realizaran las elecciones de Vocales I y II en Agronomía, lo que automáticamente rompió los compromisos pues ello atenta directamente contra la Autonomía ya que siendo el gobierno tripartito uno de los pilares fundamentales de aquella, dichas elecciones hubieran agudizado su socavamiento. Ese engaño fue el detonante de la toma actual y la desconfianza del sector estudiantil hacia las autoridades que ya una vez les mintieron. ¿Qué otra cosa se hubiera esperado?
Ahora bien, es necesario solucionar la problemática, empezando con el levantamiento de la toma de la USAC, pero eso debe ser consecuencia de un compromiso, en este caso del CSU de iniciar el diálogo con mesa limpia para lo cual deben invalidar las elecciones en discrepancia. Aprovechando la intervención de la Procuraduría de Derechos Humanos, conformar un grupo de notables electos por ambos grupos –el CSU y EPA-, para que éstos medien y sistematicen el dialogo que confluya, idealmente, en un Congreso Universitario por la Autonomía que será el que dicte las líneas de reforma a los múltiples problemas que afronta nuestra casa de estudios superiores. Pero que no sea como el chasco de la anterior Reforma Universitaria que solo aportó maquillaje y no soluciones concretas. Este Congreso debe apuntar a los problemas más agudos de la USAC para lo cual deben establecerse prioridades y sus respectivos plazos.
Sé que hay grupos que apoyan al CSU por simpatías y compromisos electorales y otros que apoyan a EPA, pero ambos deben soslayar sus débitos y simpatías particulares en beneficio de una Universidad más profesional al servicio del pueblo, o sea, las clases sociales más necesitadas y vulnerables, no solo en la solución de sus problemas más agudos sino en su inserción a la educación superior.
Confío que de esta crisis salga algo nuevo. Una nueva época para la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde la ciencia, el humanismo y la calidad, tanto de estudiantes como profesores se convierta en una constante que se traduzca en un aporte sustancial al país.
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