domingo, 29 de agosto de 2010

El que esté libre de sueños que tire la primera piedra

Por Carlos Maldonado

La situación de la Universidad de San Carlos pareciera estar estancada. El Consejo Superior Universitario –CSU- ha demostrado una inflexibilidad tal que raya en la intransigencia. Dicen apostar por el diálogo pero con sus últimas acciones demuestran todo lo contrario.


El hecho de haber dejado que se publicaran, ayer 26 y hoy 27 de los corrientes, las convocatorias a elecciones de Vocales I y II para diferentes facultades, en algunos medios escritos, indica que ese punto es el que defiende a toda costa el CSU. ¿Por qué? Pues, porque con ello sacan del cuadrilátero de participación a un sector que siempre, por muy conservador que sea, en su naturaleza el cuestionamiento y la rebeldía son intrínsecos: los estudiantes. Que por lo mismo, por su heterogeneidad, no pueden controlar.

A muchos colegas parecerá que esto no tiene importancia, que es inofensivo e inocuo, sin embargo, con dichas elecciones, si se llevasen a cabo, se estaría sentando un precedente muy nefasto para uno de los principios fundamentales de la Autonomía como es el gobierno tripartito. Estaría dándosele la estocada mortal a esa Autonomía que tanto defendieron e, incluso, pagaron con la muerte y el exilio muchos estudiantes, docentes y profesionales sancarlistas. No puede pisotearse la historia y memoria de aquellos tan impúdicamente.

¿Qué pasaría con la Universidad a partir de dinamitarse su Autonomía? Pues simplemente, si hoy se ha reducido al eufemismo de “la máxima casa de estudios”, con esa merma, en vez de recuperar la dignidad perdida, la beligerancia que la caracterizó a partir de su Autonomía para denunciar designios y decisiones perversas de los que han dominado este país, aún a sangre y fuego, pasaría a ser caja de resonancia total del pensamiento mercantilista que hoy la aplasta y que ha utilizado a la ciencia como una herramienta de enriquecimiento personal, en el mejor de los casos, o en un arma para sojuzgar al mismo pueblo, en el peor de ellos.

Pasaría a convertirse en el Colegio Mayor San Carlos, con sus aulas ostentosas, sus kioscos de comida rápida transnacional y su cuota mensual quizá menor a la que se cobra en las privadas, pero impagable para un enorme sector de estudiantes que provienen de los estratos bajos de la sociedad, con lo cual no habría ya necesidad de establecer exámenes de admisión ni devanarse los sesos con la repitencia. Todo sería color de rosa para los hijos de la pequeña burguesía y los mercaderes de la educación. Los primeros, porque ya no tendrían que rozarse con los plebeyos en las aulas y los segundos, porque se apropiarían de una infraestructura que fue ideada para dar cabida a los trabajadores y construida por ellos en base al impuesto de la mayoría de ciudadanos. Ese es el sueño neoliberal que, a pesar de su fracaso, aún sigue gravitando en las mentes de muchos que han trabajado denodadamente para tecnocratizar y convertir a la USAC en una Escuela Superior de Oficios. Algunos de ellos, entre profesionales, docentes y estudiantes, hoy forman parte de ese CSU desorientado e intransigente.

Si hoy, miles de estudiantes provenientes de la gran mayoría de la población se quedan solo con el anhelo de estudiar en la U, mañana ni siquiera ese anhelo existirá.

La USAC pasa por momentos críticos. Lo que los Estudiantes por la Autonomía –EPA- han desnudado es toda una serie de contradicciones que padece ésta. Los docentes y profesionales en vez de sumarnos a los ideólogos de la derecha en la simple, vulgar y fascista demanda de que la fuerza pública eche a los estudiantes que han sacado a flote la podredumbre que hasta ahora había permanecido oculta y que ha concluido en una crisis universitaria sin parangón en la historia, debiéramos presionar al CSU para que se siente a discutir y solucionar la coyuntura sin dobles discursos, engaños y con la mesa limpia que pasa por dejar en vilo las elecciones a Vocal I y II. Presionarlo también para que monte el Congreso de Reforma Universitaria para darle solución a fondo a la problemática que hoy nos agobia con el objetivo de que la “máxima casa de estudios” recupere el prestigio y su papel histórico ante la población.

No podemos seguir en este impasse. Como anoté en otro aporte, si los muchachos son echados; si son canceladas sus matrículas y expulsados de la Universidad se marcará un referente funesto para el futuro de la Carolingia. No solo porque señalará a sus actuales autoridades de intolerantes e incapaces de resolver los conflictos a través de mecanismos civilizados, sino porque se perderá la oportunidad histórica de discutir los problemas apremiantes de la Universidad.

Me considero dentro de los muy impacientes por resolver la crisis, pero no dentro de los que desean regresar a la “normalidad” que, para muchos significa, regresar al acomodo, a la corrupción, a la transa, a la compra/venta de títulos y/o pruebas, al acoso laboral y sexual, a las componendas politiqueras que juegan desde sus recintos los mercaderes de cargos públicos que han sido señalados por la sociedad como cómplices, testaferros y defensores de narcotraficantes y violadores de los derechos humanos. No significa tampoco regresar a la cátedra insulsa, deformada y alejada de la realidad que forma mercanchifles de la profesión donde la ganancia es el máximo objetivo y no la reconversión social al humanismo, donde el ejercicio de la profesión debe ser solo una herramienta para posicionar al ser humano en el lugar que le corresponde en la vida y la sociedad.

Hay que sacar provecho de esta crisis. Hacer un alto en el camino y dialogar acerca de las contradicciones que atosigan a la Universidad con el ánimo de resolver la mayoría de ellas. Por lo menos, las más acuciantes.

Esto, que no es más que una muestra de la batalla de ideas, no puede contemplarse superficialmente. O, buscamos una solución donde ganemos todos o apresuraremos la muerte de la Universidad estatal y autónoma de Guatemala, donde perderemos todos los que anhelamos una nación soberana, digna, incluyente y desarrollada que respeta el ambiente natural.

Es momento para ponerle realmente atención a las demandas de los EPA. Es momento de revertir la intransigencia de llevar a cabo elecciones donde se excluyen a los estudiantes del gobierno universitario y comenzar el diálogo con mesa limpia.

Pregunto: ¿Qué queremos demostrar con no escuchar? ¿Qué pulso queremos ganar? ¿No recordamos, acaso, que los beneficios que gozamos cuando estudiantes fueron logrados por el sacrificio de otros o, incluso, de nosotros mismos por un mundo mejor? ¿Por qué nos comportamos a la vez como jueces y verdugos de aquellos que quieren lograr un cambio positivo para su universidad? ¿Por qué nos resistimos a atender a nuestros jóvenes?

Dejemos el espíritu autoritario y de autosuficiencia y con humildad propiciemos el diálogo y la comunicación para resolver esta crisis y los problemas cotidianos. No somos mejores que esos muchachos. Ellos nos están dando una lección de interés y sensibilidad por preocuparse del futuro, no solo de la USAC sino del país y la humanidad entera. Por ello, acomodando la frase del Maestro a las circunstancias actuales, expongo: “el que esté libre de sueños que tire la primera piedra contra los Estudiantes por la Autonomía”

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