miércoles, 25 de agosto de 2010

NOTAS PARA UNA DISCUSIÓN SOBRE EL ENFOQUE MATERIALISTA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

Por E. Wilfredo Lanuza.

1. A manera de introducción.

El contenido y la forma de las relaciones entre países son un problema (filosófico, claro está) sobre el que se puede decir mucho, de hecho se dice tanto sin que al final se aclare objetivamente demasiado.

La raíz de esta dificultad radica en la concepción que se tiene de las relaciones internacionales en los diferentes espacios en que se le discute. Por ejemplo, ¿hablamos de ellas como tema o como problema? Un problema filosófico es un punto de partida sobre el que podemos aplicar una concepción filosófica en lo general y metodológica en lo particular, un tema en cambio, nos trae a la mente una discusión sin sentido, sin objetivos prácticos, una mera contemplación sobre el objeto que se discute.

Ahora bien, este sólo hecho no nos garantiza nada, porque aún queda pendiente definir a los actores en la investigación, sus concepciones, su posición de clase en la sociedad y como consecuencia los intereses que representan. Esto obedece a que en la ciencia como en cualquier otro aspecto de la vida social, no existe neutralidad. En efecto, la neutralidad axiológica en la ciencia es como una leyenda al estilo del sombrerón: no existe en la realidad y cada vez menos es creíble socialmente su existencia, es decir, es un anacronismo. Existe la posibilidad de que los científicos sean objetivos en el tratamiento que dan a las explicaciones de la realidad, pero el objetivismo (así le llaman los idealistas a la neutralidad) no existe en la práctica.

Esto es lo que refleja en la realidad objetiva la existencia de “paradigmas” en el quehacer científico, una multiplicidad de intereses en pugna que luchan por hacer prevalecer su visión de mundo. Porque en la práctica, la realidad (tanto en la naturaleza como en la sociedad, de la que la política es parte y en ésta, a su vez, las relaciones internacionales forman parte integrante) es una, y aunque esa realidad presenta diversos aspectos, conserva su unicidad y lo que cambia únicamente son los enfoques que sobre ella se tengan.

En este sentido, es obvio que cada clase social llega a tener un ejército de ideólogos que interpretan la realidad de acuerdo con los intereses que defiende. Aunque ocurre también que muchas veces, personas ubicadas en una clase o capa social asumen una conciencia distinta a la que corresponde al grupo de donde procede. A esto podemos llamarle conciencia falsa de clase y en sociedades como la nuestra es un fenómeno muy frecuente, porque el sistema desarrolla gigantescos y variados mecanismos de alienación, endógenos y exógenos que hacen muy difícil para muchos –imposible en otra gran cantidad de casos- llegar a entender la realidad objetiva. En nuestro caso concreto, el porqué del contenido y la forma de las relaciones internacionales.

Esto tiene implicaciones profundas sobre la ciencia porque ésta no puede escapar a esa realidad: obedece a la alienación o se libera de ella; es decir, muchas veces prevalece la protección de intereses muchas veces ocultos, con lo que la verdadera ciencia se subvierte y deviene en una falsificación de los hechos reales (mistificación).

Todo lo anterior viene a colación porque, como pretendemos hablar de paradigmas, lo que subyace en el fondo de esta discusión es la elaboración de alguna especie de clasificación del conocimiento y de las disciplinas en las que se organizan y subdividen dichos conocimientos, dentro de una disciplina que se encuentra inmersa dentro de un mar mucho más grande y profundo como la filosofía y es necesario que entendamos que más allá de las repeticiones esquemáticas, que carecen de la capacidad de aclararnos la realidad tal cual es, se encuentran factores que merecen ser traídos a mención y aclarados convenientemente, a fin de que podamos alcanzar un avance significativo en la comprensión de los problemas que abordan las disciplinas respectivas, en nuestro caso, de las relaciones entre los distintos Estados y naciones del planeta.

Eso es lo que trata de explicar objetivamente el marxismo, para lo cual aplica una filosofía que incluye un método, la dialéctica; en otras palabras, se puede catalogar como una corriente noseológica.

Tratemos entonces de entender lo relacionado con el materialismo dialéctico que es la base filosófica del marxismo, cuya extensión hacia el conocimiento de las sociedades lo convierte en el materialismo histórico1.

2. El paradigma como corriente gnoseológica.

Iniciemos diciendo que la realidad tiene existencia en sí misma, independiente de nuestra conciencia y de nuestra voluntad y por lo tanto, lo único que podemos hacer -como candidatos a científicos- respecto a ella es reflejarla objetivamente o falsificarla.

Sobre esto último lo que ocurre es que la ciencia es y será siempre partidista, por lo que ya antes citábamos respecto a la posición que los científicos, como seres humanos –y por lo tanto sociales- ocupan dentro de la estructura social.

Es precisamente esa posición, fundamentada en intereses, como ya dijimos también, la que define nuestra concepción del mundo y nuestras orientaciones gnoseológicas2 y determina finalmente la clase de enfoque, el paradigma3 que apliquemos.

Si vamos a entender un paradigma como un modelo aprendido, comprenderemos que dicho modelo implica el aprovisionamiento de una serie de elementos para llevar a cabo su tarea: una concepción teórica, una manera concreta de realizar el trabajo o método, un arsenal de técnicas y de instrumentos que permitan recopilar los datos pretendidos.

Cuando se quiere caracterizar al materialismo dialéctico como un paradigma, es preciso, entonces, tratar de conocer sus características fundamentales, a partir de la comprensión de la dialéctica ya que ésta se va a aplicar siempre al enfoque del objeto de estudio seleccionado.

Intentemos entonces definir qué es la dialéctica, a partir de sus leyes, sin que esto se convierta en una forma mecanicista, dogmática, de aplicación al estudio que nos ocupa. Antes de eso veremos de manera breve los fundamentos del marxismo como ciencia y como sistema.

3. El método en el materialismo dialéctico.

Cuando Lenin se refería a las partes integrantes del marxismo, así como de su estructura –lo cual ya implica un sistema, contrario a lo que muchos afirman, en el sentido de que el marxismo no tiene un sistema-, las vinculaba de la manera siguiente, la cual he tomado literalmente de la obra ya citada de Kedrov, quien cita a su vez a Lenin:

1. “La filosofía del marxismo. Es el materialismo, enriquecido por la dialéctica y extendido al conocimiento de la sociedad, a consecuencia de lo cual se constituye el materialismo histórico. Ya aquí Lenin bosqueja los contornos de la estructura de la doctrina filosófica del marxismo, de su sistema”.

2. “La teoría económica del marxismo. Es la teoría del régimen económico de la sociedad, sobre la cual se levanta la superestructura política, y que se refleja en el conocimiento social del hombre4. Lenin hace constar que la teoría de la plusvalía es la piedra angular de la doctrina económica de Marx. Al revelar el núcleo o eje de la doctrina económica de Marx, Lenin señala el camino para descubrir la estructura general de esta parte integrante del marxismo. Al mismo tiempo, se perfila el paso lógico de esta parte suya a la siguiente, lo mismo que del materialismo histórico, con el cual se concluye la parte filosófica del marxismo, se pasa a su parte económica, pues el régimen económico de la sociedad constituye la base de las superestructuras correspondientes que se levantan sobre él. El paso de la parte económica al socialismo está en la última frase del segundo apartado del artículo que se trata: El capitalismo ha vencido en el mundo entero, pero esta victoria no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital”.

3. “El socialismo científico. Es la doctrina sobre la lucha de clases como fuerza motriz de todo el desarrollo histórico-social. De esa doctrina se deduce que para romper la resistencia de las clases explotadoras dominantes ‘…sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a los elementos que puedan -y por su situación social deban- formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo”.5

Debo agregar que esa estructura del sistema marxista descubierta y planteada por Lenin responde por completo a un enfoque dialéctico, por implicar en una integralidad a otros elementos que pasaremos a ver a continuación.

3.1 Leyes de la dialéctica.

La primera consideración sobre la lógica dialéctica marxista es que representa una diferencia cualitativa en relación a la lógica formal. No en el sentido de descalificar a ésta, sino en que significa una profundización que va más allá de lo superficial, de lo formal.

Lenin, refiriéndose a la lógica formal decía que “ella toma las definiciones formales, rigiéndose por lo que es más originario o lo que más a menudo salta a la vista, y se limita a eso. Si, al paso, se toman dos o más definiciones distintas y se unen de manera completamente fortuita…obtenemos una definición ecléctica que indica varios aspectos del objeto y nada más”.6

Lo que Lenin está tratando de decir es que desde la lógica formal no puede verse más que el fenómeno, la manifestación de un problema pero no su esencia, dicho en otras palabras, cualquier explicación elaborada desde esa formalidad solamente permite formular explicaciones superficiales, unilaterales, en donde los diferentes aspectos de un problema aparecen descritos pero desvinculados, inconexos entre sí. Esto nunca podrá dar una explicación completa de la realidad.

Continúa diciendo Lenin que “la lógica dialéctica requiere que sigamos más allá”. Dicho de otra manera, lo que Lenin sugiere es que no nos quedemos en la superficie del objeto que estudiamos, en sus relaciones exteriores con otros objetos, sino que vayamos en nuestra búsqueda de conocimiento hacia el interior del objeto, que profundicemos hacia la esencia, sin detenernos en el fenómeno y que aún profundicemos de una esencia a otra, estudiando todos sus aspectos, sus vinculaciones, sus intermediaciones.

Tratemos de concretar en el problema de las relaciones internacionales lo anterior. Supongamos que estamos tratando de explicarnos el problema diplomático ocurrido entre Colombia y la República Bolivariana de Venezuela. En una visión superficial podríamos decir que se dio una ruptura diplomática por motivo de que Venezuela se sintió “ofendida” por las acusaciones de Colombia, las cuales según el gobierno venezolano no tienen sustento real. A su vez, podríamos tomar otra posición y decir que el problema es que los colombianos ya están cansados de la guerrilla y que ésta es apoyada por Chávez prestándoles el territorio para entrar y salir y mantener a salvo sus operaciones.

Hasta ahí, una visión limitada y parcial de los hechos. No nos dice nada sobre las motivaciones reales de los actores involucrados directamente en el incidente ni del papel de terceros en el problema.

Si fuéramos a profundizar un poco el análisis, tendríamos que preguntarnos qué ocurre en la esfera política internacional. Debemos preguntarnos además, que tiene que ver la alternativa ALBA en esto, qué tienen que ver las vinculaciones de Colombia con Estados Unidos, qué tiene que ver todo esto con los objetivos y la forma en que se está llevando la política internacional estadounidense en el continente, qué relación hay con la economía por cada país involucrado y con la economía mundial, a quién afecta la política soberana sobre los recursos naturales que aplica Venezuela, qué fin estratégico persigue el establecimiento de bases militares estadounidenses en todo el continente, etc.

Y esto se quedaría todavía en un nivel superficial si nos detenemos ahí, porque al profundizar la investigación podríamos encontrarnos con una serie de factores que no imaginamos ahora, de relaciones desconocidas para nosotros, por lo que el análisis se enriquecería y podríamos explicar el problema de manera más completa y satisfactoria. Pero de nuevo vuelve la cuestión sobre la objetividad: ¿para qué intereses estamos trabajando?

Necesitamos entonces conocer sobre que leyes, sobre qué nexos necesarios opera la dialéctica para que podamos beneficiarnos de los conocimientos que lleguemos a generar utilizándola.

Esas leyes están estrechamente vinculadas entre sí, por lo que no responden a esquematismos ni a manipulaciones mecanicistas que le harían perder vitalidad.

La primera condición que debemos tener presente cuando investigamos sobre un problema es la exigencia de objetividad que se nos requiere. Con eso podemos evitar dificultades como la unilateralidad, la superficialidad que nos llevarían sin duda a una interpretación equivocada del problema. Nunca debemos olvidar que nuestra subjetividad no debe ser parte determinante de la interpretación de la información. Si deseamos que en nuestro análisis del ejemplo utilizado más arriba, Colombia sea “inocente” pese a cualquier cosa, entonces, faltaremos a la objetividad; lo mismo pasará si queremos que Venezuela quede libre de acusaciones y tenga la razón. La condición fundamental aquí será entonces que respetemos la objetividad de la información obtenida para evitar caer en explicaciones idealistas.

Por otra parte, no debemos pasar por alto que el aspecto histórico, así como el lógico conforman una unidad en el materialismo histórico. Engels escribía en la reseña de la Contribución a la crítica de la Economía Política que ”el método lógico de análisis es, en esencia, el mismo método histórico, sólo que despojado de su forma histórica y de las casualidades (sic) que lo infringen, es decir, que representa la necesidad de un proceso histórico concreto en su forma pura”.7

Lenin, por su lado, considera que la lógica dialéctica es una sintetización de la historia del pensamiento, un resultado de su desarrollo y, a la vez, un reflejo de la evolución del mundo, presentado de forma consecuente, lógicamente armónica. “La lógica no es la ciencia de las formas exteriores del pensamiento, sino de las leyes…, del desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y de su cognición, o sea, la suma total, la conclusión de la historia del conocimiento del mundo”.8

Ahora bien, al aplicar el conocimiento histórico al análisis dialéctico, debemos estar consciente que la historia no tiene para Marx un desarrollo lineal, es decir, como una línea recta y continua, sin sobresaltos. Esto tiene un significado vital en el marxismo, ya que mientras para Marx hay que dilucidar la historia objetivamente y no adaptando la explicación a esquemas preconcebidos, en una buena parte de los marxistas sí pasa esto de la manera que vamos a explicar rápidamente a continuación.

Este punto ha sido motivo de confusión y ha dado una interpretación mecanicista de la historia, ya que al considerar la triada tesis-antítesis-síntesis, entonces ,el estudio de la historia debe adecuarse, como ya se dijo, a ese esquema. El problema de la esquematicidad es que significa en la práctica atarse las manos ante una concepción que no cuadra con el desarrollo de la historia, porque ésta transcurre de dos formas: como una continuidad evolucionista en que se va dando suavemente una acumulación cuantitativa, de pequeños cambios que no alteran la esencia de las cosas; paralelamente, la acumulación de pequeños cambios va creando las condiciones para que opere la otra vía de desarrollo histórico, la del salto cualitativo, es decir, la vía revolucionaria.

No podemos pasar por alto otro elemento que es fundamental respecto al desarrollo histórico de las sociedades, como es la falsedad de la concepción idealista de que son los personajes sobresalientes los que hacen rodar las ruedas de la historia humana. Para la concepción materialista son las grandes masas anónimas quienes llevan a cabo el desarrollo histórico humano, aún cuando los personajes hayan sido muy importantes. Esto no vamos a discutirlo en este espacio, basta traerlo a colación y dejar la discusión para otro momento más específico.

Esos dos elementos, las rupturas revolucionarias y el papel fundamental de las masas no deben ser dejados de lado cuando se plantea un enfoque desde el materialismo dialéctico.

Ahora bien, todo ese proceso histórico se da dentro del contexto de la forma como las sociedades humanas se organizan para satisfacer sus necesidades materiales, es decir, de cómo producen y cómo distribuyen los satisfactores de dichas necesidades a la sociedad.

Digamos que al organizar la producción, se entablan unas relaciones entre los productores y los dueños de los medios de producción, dependiendo del régimen de que se trate, las cuales llamaremos relaciones sociales de producción y éstas dependen de la manera en que se defina el tipo de propiedad sobre los medios de producción dentro de una sociedad específica. De esa estructura económica de una sociedad surgen las instancias superestructurales, tanto políticas como ideológicas. De las primeras el Estado es la más importante como veremos un poco más adelante.

De esta unidad estructura-superestructura surge entonces la formación económico-social que es el elemento que configura una sociedad con unas características concretas y específicas. Con la denominación –formación económico-social- nos referimos “al conjunto de relaciones que con el desarrollo de un modo de producción se van determinando históricamente, revestidas de formas jurídico-políticas y de ciertas tendencias del pensamiento social”.9

Dicho en otros términos, una formación económico-social consiste en la forma como una sociedad se organiza y se ve a sí misma, siendo determinado esto por el tipo de relaciones de producción que se entablen dentro de ella.

Ahora bien, nos vamos a preguntar aquí, cual es la instancia encargada de velar por que esas relaciones se establezcan de una forma determinada y se mantengan dentro de ese molde determinado de antemano, de ese régimen, pues lógicamente sólo podría ser una: el Estado.

Es por esa razón que el Estado, como instancia superestructural no puede ser entendido como esa cosa amorfa de la que habla la sociología y la ciencia política idealista, consistente en una serie de elementos como territorio, población y marco jurídico. Eso no puede ser real, en vista de las verdaderas funciones que debe desarrollar; si esto no es así, debemos preguntarnos entonces, quién establece y regula las relaciones de producción en general y las relaciones sociales en lo particular, ya que no pueden surgir como algo espontáneo. Tampoco lo podemos confundir con las relaciones sociales mismas, ya que es más bien el instrumento llamado a sentar las bases de relacionamiento social y a velar porque esto se desarrolle dentro de las expectativas creadas, lo cual podríamos decir que es el objeto de la llamada gobernabilidad.

De hecho, el Estado se define según el marxismo como un instrumento de dominación de una clase por otra, que cuenta con un aparato muy extenso y poderoso para el efecto, tal como el derecho de uso legal de la violencia, es decir, cuerpos de policía y ejércitos, la normatividad codificada para el efecto (derecho), así como una burocracia muy extensa y un aparato ideológico (el aparato educativo, la familia misma, las religiones) que se encarga de que los ciudadanos se identifiquen con el orden establecido.

Es aquí en este espacio donde se defienden los intereses por medio de un sistema creado específicamente para el efecto: la política, dentro de la cual, el Estado es el botín ya que teniendo las funciones que acabamos de ver, es el responsable de concretar dichos intereses.

La política exterior es por otro lado, la continuación de la lucha de clases, expresada en la actividad política, hacia las relaciones con otras naciones o Estados, según sea el caso. De fondo siempre vamos a poder establecer la política exterior a partir de los intereses, solamente que su forma es distinta a la forma que asume la lucha política interna de un país, en el sentido de que siendo los Estados los representantes oficiales, la lucha será intra clases, entre las clases que detentan el poder. Claro que todo eso puede cambiaren un período de tiempo relativamente corto.

Con todos esos elementos será más fácil tratar de comprender las leyes de la dialéctica, ya que estas se desarrollan sobre una base concreta y no sobre cualquier abstracción.

De una manera bastante esquemática, diremos que la primera consideración dialéctica que debemos hacer es que estando la materia en un constante movimiento, entonces, el primer principio que la rige –incluyendo a las sociedades- es el cambio dialéctico. Este cambio no se refiere más que al hecho de que las cosas en su devenir, se transforman constantemente asumiendo formas distintas a las originales. Pensemos por un momento cómo esto se puede aplicar también al estudio de las relaciones internacionales. Si hacemos una revisión histórica, podremos encontrar en la Santa Alianza un antecedente de la organización internacional de los distintos países; viendo a grandes saltos la historia, podremos continuar con la Liga de Naciones, primer antecedente formal del actual sistema de naciones unidas (ONU). Claro está que si queremos hacer un análisis para explicar este devenir histórico, debemos hacerlo por la aplicación de las consideraciones metodológicas de las que hemos hablado. Aquí solamente ejemplificamos la primera ley de la dialéctica para demostrar la validez de esa afirmación. De paso, podremos tener una prueba histórica de que las relaciones entre países no siempre van a ser igual que en este momento las vemos, ni han sido así antes. De lo anterior podemos concluir entonces que la única consideración que podemos hacer respecto a las cosas es su mutabilidad y que nada es definitivo o absoluto y que se transforma siguiendo sus propios procesos en vinculación con otros objetos y procesos relacionados.

La segunda consideración dialéctica que haremos es lo que Politzer llamara la Ley de la Acción Recíproca10 y tiene que ver con esta última afirmación.

En efecto, Politzer habla de encadenamiento de procesos en donde todo influye sobre todo.

En la investigación -decíamos anteriormente- existe dos formas de abordar el estudio de la realidad: reflejándola objetivamente o falseándola. La pregunta aquí sería entonces, ¿cómo se puede realizar ese falseamiento? La respuesta es asumiendo una forma metafísica –por hablar en términos un tanto hegelianos-.

Veamos un ejemplo para ilustrar lo antes afirmado. Si nos preguntamos de donde procede una gallina, responderemos con acierto que del huevo, pero si nos preguntamos de donde procede el huevo, entonces podríamos responder que de la gallina. Esto nos colocaría en un círculo vicioso del cual no podremos salir a menos que profundicemos por medio de un encadenamiento de procesos que nos dé una respuesta correcta y más profunda que esa forma metafísica de ver elementos y procesos desvinculados unos de otros e inmovilizados en su inmanencia.

Veamos ahora, usando el ejemplo del problema Venezuela-Colombia que ya habíamos mencionado, cómo una visión dialéctica nos puede dar respuestas más profundas y completas del problema que estudiamos.

En efecto, según la primera ley de la dialéctica, la primer cosa que debemos tener en mente es el hecho de que nada permanece igual, nada es inmanente, sino que se transforma y, aplicando esto al estudio del problema diplomático entre los dos países citados ha tenido todo un desarrollo histórico.

Ahora bien, desde una perspectiva metafísica podríamos responder a la pregunta del porqué de la ruptura de las relaciones entre ambos, afirmando que se debe a que Colombia afirma tener pruebas de que guerrilleros de las FARC ingresan y salen de territorio venezolano con toda libertad. Podríamos completar la respuesta superficial, unilateral y equivocada diciendo que como respuesta a esas acusaciones Venezuela decidió romper las relaciones diplomáticas porque su gobierno se siente difamado por las afirmaciones colombianas.

Pero, ¿qué pasaría si nos preguntáramos como ya lo hicimos en otra parte de este documento y, utilizando para el efecto las leyes que hasta ahora conocemos de la dialéctica, sobre el devenir del problema -ya que su desarrollo histórico no inicia ahora como lo demuestran los antecedentes del problema entre los dos gobiernos- es decir, su desarrollo histórico realizando un encadenamiento de procesos?

Veamos rápidamente. Podríamos tomar a cada uno de los actores directamente involucrados, su sistema económico predominante, sus relaciones con otros países, sus intereses, etc., y tratar de hallar sus nexos. Podríamos preguntarnos si ese problema tiene alguna relación con otros similares: el bombardeo colombiano en territorio ecuatoriano, el golpe de Estado en Honduras, el aumento de bases militares estadounidenses en territorio colombiano, posterior a su retiro de Ecuador precisamente. Existirían otros elementos que habría que agregar pero que no haremos aquí por razones de tiempo. Al final, tendremos como resultado una serie de procesos que aislados no nos dicen mucho o no dicen nada, pero que al relacionarlos nos podrán demostrar que hay un nexo más directo y fuerte entre ellos y que el problema está determinado en última instancia por ese factor.

Pasemos ahora a otra consideración. Politzer le llama a la siguiente ley dialéctica la contradicción. Significa que todo objeto contiene regularmente en sí mismo elementos contrapuestos que están en una lucha constante, lo cual lleva a la consecuencia de que un objeto con unas cualidades determinadas (por ejemplo, una sociedad) lleva dentro de sí elementos contrapuestos que representan su negación (en la sociedad burguesa por ejemplo, existe una clase que detenta los medios de producción y otra que solamente posee fuerza de trabajo, al tiempo que existen otras clases y capas menos fundamentales) que están en constante contradicción y que se puede prever terminarán en su contrario. Por ejemplo, un ser humano que fallece dona sus órganos para que sean utilizados en salvar vidas de enfermos que los reciben y sanan, es decir, de la muerte se produce más vida.

Pero debemos hacer la advertencia de que no podemos aplicar mecánicamente este razonamiento a los procesos porque puede ser que en la realidad, algunas veces no suceda exactamente de esa manera. No podemos entender de forma mecánica lo que pasó en Guatemala en 1954 porque no hubo una secuencia lineal en todo el proceso contrarrevolucionario. Tampoco podemos decir que hubo una regresión a las condiciones previas a la revolución. Esto es a lo que me refería cuando hablaba de la triada hegeliana. Es un asunto muy delicado que no puede usarse como una receta, como cambiarle el aceite a un automóvil.

Finalmente, tenemos lo que Politzer denomina Ley de la transformación de la cantidad en calidad o ley de progreso por saltos.

Las cosas pueden llevar un curso de acumulación cuantitativa, es decir, de pequeños cambios, hasta llegar a un punto en que las bases que sostienen las características no pueden sostener más la situación y entonces se produce un salto, un cambio radical, revolucionario, en que las características del objeto proceso cambian totalmente transformándolo en uno nuevo.

Pensemos en la ebullición del agua. Inicialmente el agua se encuentra a una temperatura determinada, supongamos la temperatura ambiente y entonces es colocada al fuego. Estando en ese proceso, se da un aumento gradual de la temperatura; en primera instancia el agua conserva sus características líquidas. Pero entonces ocurre algo: cuando llega a los 100º se convierte en vapor, es decir, se da un salto cualitativo que le lleva a cambios en su estado y la transforma en algo cualitativamente superior.

Esas son a grandes rasgos las características del materialismo histórico. La aplicación a cada disciplina y aún a cada problema de estudio sigue esas líneas generales, aún cuando la naturaleza del objeto de investigación requiera un tratamiento específico, sus propias técnicas e instrumentos. No es esto último lo que le confiere su carecer dialéctico, sino las consideraciones metodológicas de las que ya hablamos someramente.

4. El paradigma marxista de las Relaciones Internacionales.

El marxismo nos orienta de acuerdo a las consideraciones que previamente hemos señalado. Ahora bien, dentro de la disciplina que se encarga del estudio de las relaciones internacionales se ha confeccionado una forma de abordaje de estas consistente en el planteamiento de paradigmas.

Así, se ha elaborado una especie de tipología de paradigmas de las relaciones internacionales, dentro de los cuales se ha planteado el paradigma marxista para interpretar lo que sucede en la política exterior de los distintos gobiernos y Estados.

Debemos hacer una advertencia al respecto de la clasificación de las ciencias, que consiste en que se ha hecho una especie de disección del conocimiento y se le ha parcelizado, hasta el punto de que cada disciplina se convierte en una especie de feudo intocable, desvinculado del resto del conocimiento acumulado históricamente por la humanidad, cuando en realidad, la mayor parte de respuestas a los distintos cuestionamientos requiere de un enfoque multidisciplinario porque la realidad no funciona de esa manera tan unilateral en que una cosa no tiene relación con otra. En la realidad las cosas no suceden así, sino que existe una concatenación entre procesos y fenómenos, lo que hace necesario tomar en cuenta datos que en apariencia no guardan relación con el problema que nos ocupa.

De acuerdo con el material previo, podemos contrastar la posición dialéctica materialista que se puede aplicar al estudio de las relaciones entre países y lo que postulan como marxismo los teóricos de la disciplina de las Relaciones internacionales, los cuales no necesariamente pasan por la condición de ser marxista, ya que sus interpretaciones pueden en algún momento estar sesgadas por la falta de dominio sobre la dialéctica que viene a ser, además de la columna vertebral de la concepción materialista, la piedra de toque que permite descubrir lo que hay detrás de cada situación y teoría.

Veremos los planteamientos fundamentales de algunos autores que se refieren al paradigma que estamos discutiendo y podremos analizar si sus postulados se corresponden con el marxismo como tal.

Veamos los planteamientos de Celestino del Arenal quien afirma que el enfoque marxista de las Relaciones Internacionales determina que en éstas, los actores principales son las clases sociales y no los Estados ya que estos “aparecen como instituciones al servicio de la burguesía, como instrumento de la clase social dominante. La sociedad internacional aparece, en consecuencia, como una sociedad en la que los principales actores son las clases sociales y no los Estados, en la que las relaciones internacionales se encuentra dominada por la lucha de clases”11.

Esto puede ser cierto sólo parcialmente, ya que siendo los Estados los instrumentos por los cuales las clases dominantes concretan su dominación, a nivel internacional entonces, lo que corresponde con más exactitud es una lucha intraclases, es decir, entre burguesías y no una lucha interclases como el autor lo menciona.

Afirma el autor que las Relaciones Internacionales como disciplina de análisis, pueden definirse desde el marxismo como “el sistema de vínculos y relaciones económicas, políticas, ideológicas, jurídicas, diplomáticas, militares y otros entre los Estados y grupos de Estados, incluidos los que pertenecen a distintas formaciones socioeconómicas, entre las clases principales, las fuerzas sociales, económicas y políticas, movimientos y organizaciones sociales que actúan en el ámbito mundial. Paralelamente al estudio de los aspectos internacionales, debe analizarse a fondo y en todas sus facetas la distribución de las fuerzas de clase y los intereses políticos, dado que todos los elementos de las relaciones internacionales tienen un contenido político determinado. Con todo, la atención principal debe dirigirse a las relaciones interestatales, pues los Estados son los sujetos fundamentales de las relaciones internacionales”12.

La anterior definición suena bastante razonable por los elementos que incluye.

Sin embargo, también hay algunas concepciones un poco limitadas como veremos en la siguiente afirmación:

“La política exterior se diferencia de la interior en que se aplica en un ambiente social distinto, muy complejo, más heterogéneo y mucho menos sujeto al control. En este terreno la noche se sostiene no directamente entre los explotadores y los explotados, sino entre las clases dominantes de los distintos país. Con la diferencia de que en el campo de la política exterior no disponen del monopolio del poder, de los medios de coerción, y, en este sentido, en las RR. II. se halla en igual situación que sus socios, aunque esto no descarta distintos grados y variantes de dependencia y sometimiento efectivo, cuando se trata de las relaciones de las potencias imperialistas con los países más débiles y económicamente atrasados”.

Lo anterior confirma algunos puntos ya mencionados en nuestro análisis, pero a la vez, hay una actitud errónea sobre los aspectos políticos de las relaciones internacionales al colocar aunque con salvedades secundarias al mismo nivel a los actores –los Estados como ya lo señaló anteriormente- concretamente al nivel de socios. En la realidad las cosas funcionan diferente y lo que hay es un sistema jerarquizado de tal manera que la división internacional del trabajo se refleja en el sistema de relacionamiento entre naciones. Así vemos un G-8 dictando el curso que el mundo debe seguir y los demás teniendo que acatar las prescripciones dadas por los capataces del planeta.

No se ha tomado en cuenta que, si bien es verdad, ya no encontramos tan fácilmente casos de colonialismo a la manera tradicional, éste se ha modificado hasta llegar a definirse como neocolonialismo en el cual, las naciones entran en un proceso aparente de darse sus propios gobiernos de manera democrática. Aparente porque cuando se estudia a fondo la realidad política de la mayoría de los pueblos, la constante es que los gobiernos han cedido su capacidad de decisión a la influencia de funcionarios diplomáticos y dirigentes de organizaciones internacionales de financiamiento.

Vemos entonces que el carácter histórico de los procesos no es tomado en cuenta por el autor a la hora de definir el paradigma que llama marxista.

Y cuando digo carácter histórico, no me refiero simplemente a la sucesión de hechos a través del tiempo, sino también a las determinaciones en el proyecto político de un bloque determinado en el poder. Por eso, uno de los graves problemas de la teoría del autor radica en que se ha quedado desfasada, ya que no considera el momento neoliberal que el mundo atraviesa con nuevos autores en la política internacional, tal como las corporaciones multinacionales y los organismos financieros multilaterales, lo que reconfigura de alguna manera los escenarios de la política internacional porque los Estados dependientes han visto cómo el concepto de soberanía ha venido cada vez a menos por medio de estructuras políticas sui generis de tipo supranacional, con prescripciones y recetas que van con toda claridad en detrimento de las condiciones de vida de los pueblos y provoca inestabilidad política interna a los gobiernos.

A manera de conclusión, diríamos que el materialismo histórico como sistema nos da las pautas para poder entender la realidad de la política internacional, orientándose por medio del método dialéctico. No obstante, las interpretaciones casi siempre eclécticas de los teóricos tienden a confundir más que a aclarar los planteamientos del marxismo que tienden a desdibujarse y a vulgarizarse en manos de dichos teóricos.

Desafortunadamente, no es posible por razones de tiempo y de espacio incluir los planteamientos teóricos de otros autores sobre el paradigma marxista pero consideramos que el autor visto reúne los elementos que consideramos centrales en la perspectiva analizada.



5. Fuentes sugeridas.



• KEDROV, B.M. Clasificación de la ciencias, t.II, Editorial Progreso, Moscú, 1976.

• PULITZER, Georges. Cursos de filosofía, Editores Mexicanos Unidos, 1988.Sin más datos editoriales.

• Ilich, Vladimir. Materialismo y empiriocriticismo, Obras Completas, t.14 (1908-1909), Ediciones Salvador Allende, 2ª. Edición.

• Ilich, Vladimir. Cuadernos sobre el imperialismo, Obras Completas, t.43, Ediciones Salvador Allende, 2ª.edición.

• Ilich, Vladimir. Lastres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo, Obras Completas, t.19.




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