lunes, 6 de julio de 2009

QUE SEAN DOS PIEDRAS

Carlos Guillermo Maldonado

El domingo fue un día dramático para el pueblo hondureño. La multitud se aglomeró a orillas del aeropuerto Tocontin en espera de su legítimo presidente mientras las fuerzas militares al servicio del golpista y usurpador Michelletti se concentraron en la pista para evitar que Zelaya pudiera aterrizar. Se respiraba tensión en el ambiente.
Poco antes de que el avión pudiera ser avistado en el horizonte, los criminales asesinaron a dos jóvenes hondureños a balazos y lanzaron bombas lacrimógenas contra los demás quienes desarmados totalmente, pero sí henchidos de patriotismo, tuvieron que retroceder tras de una pequeña borda de menos de un metro donde se refugiaron de las balas asesinas. Imágenes que llegaron a nosotros gracias a los valientes y audaces reporteros de Telesur pues los de CNN no tenían a la mano un hotel desde donde poder transmitir seguros y alejados del peligro.
Mucho antes de que la marea humana llegara al aeropuerto, el cardenal de Honduras, Oscar Rodríguez Maradiaga, en un mensaje claramente a favor del golpista, abrazando con ello la muerte en lugar de la vida, quería disuadir al presidente Manuel Zelaya de no pisar su tierra. La tristeza de que el máximo jerarca de la iglesia por su inoportuna posición en vez de desmoralizar a su grey le insufló brillos de rebeldía. Le abrió los ojos para distinguir de qué lado está su “pastor” y por mucho que se esfuerce ahora por minimizar el asunto, especialmente ahora que impunemente las huestes golpistas asesinaron a dos jóvenes manifestantes, los cristianos de verdad, lo dejarán solo. En nuestro país, semejante gazapo lo cometió el Cardenal Rodolfo Quezada Toruño al sumarse a su homólogo hondureño en sus infelices declaraciones agregando un poco más de desparpajo cuando expresó que “No soy quien para decir si hubo o no golpe militar” (Prensa Libre, lunes 06/07/09, página 8). Para darse cuenta de ello no es necesario ir siquiera a la escuela, sin embargo, para acuerpar las infames revelaciones del máximo jerarca hondureño fue tan presuroso que cayó abruptamente en la imprudencia ¿o mezquindad?
De politiqueros, columnistas y “periodistas” que abiertamente se han manifestado a favor del golpe de Estado en Honduras, aunque para ello ensucien con la cloaca viperina de su lengua, el concepto de democracia detrás del cual quieren disfrazar su verdadero espíritu intolerante contra los que no piensan como ellos, es de esperar semejantes gansadas, pero de personalidades que tienen, por su alta investidura eclesial, la misión pastora de guiar a un gran número de feligreses ante los cuales un mensaje de paz y solidaridad con el sufrido pueblo hondureño, era lo más oportuno. No un desplante a favor de los que secuestraron y expulsaron de su país al ciudadano Presidente José Manuel Zelaya, de los que están reprimiendo al pueblo hondureño a batonazos, balazos y bombas, de los que abiertamente han asesinado a tres personas indefensas por desarmadas entre los manifestantes, de los que secuestraron a la canciller Patricia Rodas, vapulearon a los embajadores de Cuba y Venezuela, de los que abiertamente han violentado el derecho internacional y han puesto a su país fuera de toda organización internacional. De los que utilizando métodos del pasado han quebrantado todo consenso entre países civilizados. De los que, por lo mismo, han hecho retroceder a su pueblo a épocas oscuras que ya se creían superadas. ¿Acaso no recuerdan ellos las atrocidades que cometieron las fuerzas de seguridad, policía y ejército, en sus propios países? ¿O, donde estaban ellos cuando se perpetraron las masacres, cuando desaparecieron a cientos de ciudadanos, cuando torturaron a muchos más, cuando expulsaron a miles? ¿Dónde? ¿Acaso, comiendo y bebiendo con los asesinos y torturadores de sus respectivos pueblos?
A estos dos señores, quienes por apoyar a los asesinos y violadores de los derechos del pueblo hondureño, han perdido toda autoridad para seguir guiando al rebaño católico, es menester expresarles que afortunadamente hay muchos sacerdotes que han denunciado la barbarie de los golpistas y desde sus púlpitos al igual que muchos en Honduras que están luchando junto a su pueblo en estas aciagas horas, viven el verdadero cristianismo, reconfortando a su rebaño y en lugar de acuerpar a los poderosos y sus ambiciones, se ponen del lado de los pobres y humildes como lo dicta Jesucristo. Sacerdotes como Pedro Casladáliga y Demetrio Valentini, el primero, Obispo retirado de São Felix de Araguaia, Brasil; el segundo, Obispo de Jales y Presidente de Caritas Brasil, quienes en sendos mensajes han enviado un bálsamo para el sufriente pueblo hondureño.
Ellos, si son verdaderos pastores. En cambio, los que apuntalan con su lengua a los asesinos golpistas solo basta recordarles las palabras de Jesucristo cuando dijo: “Ay de aquél que engañe a mis pequeños, más valdría que se ataran una piedra de molino al cuello y se lanzaran al mar”. Yo le agregaría, cuando se trate de guías “espirituales” de estas jerarquías, que sean dos piedras.

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