domingo, 28 de junio de 2009

El privilegio de haber defendido al gobierno de Jacobo Arbenz

JORGE RISQUET VALDÉS

Hace 55 años

Testimonio de Jorge Risquet sobre lo vivido en Guatemala en el año 1954. La presencia del Che en aquellos días. Publicado en Granma, 26 de junio de 2009

Llegué a Guatemala el 27 de marzo del año 1954. Miles de personas se habían concentrado en el aeropuerto La Aurora para recibir la delegación guatemalteca que había participado en la X Conferencia Panamericana en Caracas, presidida por el Doctor Guillermo Toriello.

Durante una de las visitas a Guatemala. En 1952, Risquet, al centro (el flaco vestido de traje) junto a varios dirigentes guatemaltecos, entre ellos Nayo Alvarado y Huberto Alvarado, quienes ocuparon el cargo de secretario general del Partido Guatemalteco del Trabajo en distintos períodos, y que fueron asesinados por las tiranías oligarquicas.

"Llegaste precisamente en un día festivo", me dijo mi amigo al saludarme. Un grito enorme se oyó en el aeropuerto: "Abajo la intervención extranjera". Yo también empecé a gritar a toda garganta.

Con esta descripción inicié el artículo titulado CINCO MESES EN GUATEMALA, HISTORIA DE UN GRAN CRIMEN, publicado en el otoño de 1954 en la Revista Juventud del Mundo, órgano de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD), que se editaba en 17 idiomas, entre ellos en inglés, francés, español y portugués, lenguas que se hablaban no solo en las metrópolis europeas sino también en el Tercer Mundo colonial y neocolonial de entonces.

(En lo adelante los párrafos que inserte en este artículo que sean parte de aquel de 1954 se destacarán en negritas).

Había estado en Guatemala en los años 1952 y 1953 y en el citado día de 1954 inicié mi tercera visita, en todas las ocasiones como delegado de la FMJD, donde representaba a la Juventud Socialista de Cuba y encabezaba el área de América Latina.

Mi tarea consistía en impulsar la creación y la labor de un Comité Preparatorio del Festival de México, Centroamérica y el Caribe que tendría lugar en el verano en la capital del país del Quetzal, cuyo gobierno democrático presidido por el Coronel Jacobo Arbenz aplicaba una ley de Reforma Agraria que repartía entre la población rural de Guatemala las tierras ociosas del Estado, de los grandes terratenientes del país y del Latifundista Mayor: la United Fruit Company, con 200 000 hectáreas no cultivadas.

Esta Reforma Agraria significaba, además, un acto de justicia histórica: devolver la tierra a sus dueños legítimos, los indígenas, descendientes directos de la renombrada civilización precolombina maya-quitché, que constituían la inmensa mayoría de la población rural y cuyos ancestros habían sido expropiados por los colonizadores españoles siglos atrás y vivían desde entonces en una virtual servidumbre.

La Conferencia de Cancilleres de la OEA, de la que regresaba Toriello, había tenido lugar en la capital de Venezuela, bajo la sangrienta tiranía de Pérez Jiménez.
El Secretario de Estado norteamericano Foster Dulles, con cinismo inaudito invocó a Bolívar y subrayó la preocupación profunda de Eisenhower por "el bienestar económico en América Latina" e inmediatamente atacó "la conspiración comunista internacional que amenazaba al hemisferio"... "lo cual constituía una amenaza para la soberanía y la independencia política de los Estados americanos, poniendo en peligro la paz de América". Ello exigía "una acción apropiada conforme a los tratados existentes...".
Los representantes de las tiranías que gobernaban en Latinoamérica, los Pérez Jiménez, Batista, Somoza, Trujillo, Duvalier, Odría, etc., aplaudieron la proposición del amo: liquidar el osado propósito guatemalteco de proporcionar mejor vida a su pueblo, afectar las propiedades norteamericanas y el latifundio, dar la tierra a los campesinos y hacer valer la soberanía nacional.

Otros gobiernos simpatizaban con el gesto de Guatemala pero vacilaban en enfrentarse a la represalia yanki.

El firme discurso del canciller Guillermo Toriello fue estruendosamente aplaudido. Sin embargo, Foster Dulles utilizó la amenaza, diferenciada según el caso, con varios países que vacilaban en apoyar la proposición de Estados Unidos. Al final, solo México y Argentina se abstuvieron y Guatemala emitió el único voto contrario.

UN TESTIGO EXCEPCIONAL ERNESTO GUEVARA

Desde los días anteriores a la Conferencia, un joven médico argentino llamado Ernesto Guevara de la Serna, quien había llegado a Guatemala en diciembre del año anterior, en carta a su familia exponía su postura firme de apoyo al Gobierno de Arbenz:

Bombardeo a la ciudad de Guatemala en 1954.

"He tomado posición decidida junto al Gobierno guatemalteco y, dentro de él, en el grupo del PGT que es además comunista, relacionándome además con intelectuales de esa tendencia...".

Durante todo el primer trimestre de 1954, Ernesto Guevara había compartido penurias, domicilio y magras actividades económicas de supervivencia con Ñico López, jefe del grupo fidelista que encabezó el Asalto al cuartel de Bayamo el 26 de julio, acción de la que logró salir con vida, regresar a La Habana y obtener asilo político en la embajada de Guatemala.

Los relatos de Ñico sobre el heroico asalto y la exposición de los ideales de los moncadistas, impregnados por el pensamiento y el ejemplo de Fidel, impresionaron profundamente a Guevara:

"Cuando oía a los cubanos hacer afirmaciones grandilocuentes con una absoluta serenidad me sentía chiquito. Puedo hacer un discurso diez veces más objetivo y sin lugares comunes, puedo leerlo mejor y puedo convencer al auditorio de que digo algo cierto pero no me convenzo yo y los cubanos sí. Ñico dejaba su alma en el micrófono y por eso entusiasmaba hasta a un escéptico como yo". Mas a principios de abril Ñico debió partir de Guatemala rumbo a México.

Poco después de mi llegada, una noche en el local de la Alianza de la Juventud me presentaron al médico argentino amigo de Ñico. Fue un encuentro breve. Más prolongada resultó la segunda ocasión. Coincidimos en una actividad familiar en la residencia de Don Edelberto Torres, destacado intelectual nicaragüense, acérrimo enemigo de Somoza, exiliado político en Guatemala donde había fundado una familia. Su hijo Edelberto Torres Rivas era el presidente de la Alianza de la Juventud. Su hermana Mima, que sostenía estrecha amistad con la exiliada peruana Hilda Gadea, invitó a la muchacha andina y a su amigo gaucho al convivio.

(Mi tercer encuentro sería con el Comandante Ernesto Che Guevara, a mediados de enero de 1959, en La Cabaña, en mi primer "pase" de combatiente del Ejército Rebelde destacado en Santiago desde el Día del Triunfo de la Revolución, para visitar a la familia en mi natal Habana).

Los planes de la CIA, que dirigía Allen Dulles, hermano de Foster, avanzaban con el objetivo de derrocar al gobierno de Arbenz, mediante la acción combinada de una gran campaña mediática, una invasión mercenaria y un complot en el seno de las fuerzas armadas. La Resolución de Caracas era la cobertura "legal" de la intervención en Guatemala.

En el mes de abril avanzamos en la preparación del evento regional de solidaridad con Guatemala, constituyendo el Comité Preparatorio, con la participación de dirigentes juveniles y estudiantiles de México, los países de Centroamérica, Cuba, Santo Domingo y Venezuela.

Sin embargo, en la medida en que se acrecentaba el peligro de agresión contra Guatemala, la preparación de un evento regional perdía vigencia para los jóvenes patriotas guatemaltecos, ante la inminencia de defender la nación frente al zarpazo yanki.

El 17 de mayo, la tensión alcanzó un nuevo nivel en Guatemala, cuando el Departamento de Estado anunció que un barco sueco, el Alfhem, acababa de atracar en Puerto Barrios, cargado de armas procedentes del otro lado de la llamada Cortina de Hierro. Se trataba de un modesto cargamento de armas y municiones adquiridas en Checoslovaquia para el ejército guatemalteco, que desde hacía años sufría la negativa de Estados Unidos de venderle pertrechos militares.

El escándalo en el Congreso y en la prensa yankis, que se amplificaba en América
Latina, no tenía precedentes. Se esgrimió hasta la Doctrina Monroe. Eisenhower impuso, una "cuarentena naval" en torno a las costas guatemaltecas. Los preparativos de invasión se intensificaron aún más.

A principios de junio, estábamos una noche en las oficinas de la Alianza de la Juventud. Queríamos oír un programa mexicano en la radio, cuando de pronto apareció una emisora clandestina del ejército mercenario procedente de Honduras.

"Todo está preparado para la invasión... el cielo se pondrá negro con nuestros aviones... el 25, nuestro jefe, Castillo Armas se mudará al Palacio Nacional", oímos claramente estas palabras.

El 18 de junio las brigadas juveniles habrían de reunirse en la Alianza de la Juventud, pues a las 8 de la noche el Presidente Arbenz debía de hablar... "tropas mercenarias", así empezó con voz emocionada, "que están integradas por un montón de traidores de Guatemala y aventureros de la República Dominicana, Nicaragua, Cuba, equipados por la United Fruit y con 300 dólares mensuales han cruzado la frontera de nuestra patria".

Una ola de indignación cubrió la repleta sala. El presidente prosiguió: "Nuestro pueblo está más unido que nunca y junto con nuestro gobierno democrático responderá a las amenazas con el único idioma que esta gente entiende, con el lenguaje de las armas". Las últimas palabras levantaron una tormenta de entusiasmo.

Los jóvenes gritaban a todo pecho:... "¡Viva Guatemala! ¡Abajo el imperialismo yanki!...". De repente se empezó a oír la letra del himno nacional guatemalteco de los labios de los jóvenes presentes.

Al otro día volaban los aviones norteamericanos del tipo P-47 sobre la capital y otras ciudades, tiraban su carga de bombas disparaban sus ametralladoras contra la población. La juventud comprendió de inmediato, que el momento decisivo para la independencia de Guatemala había llegado. En dos, tres días, miles de jóvenes de la capital formaron brigadas para defender la patria. Las oficinas de las organizaciones juveniles y los albergues de estudiantes parecían cuarteles; allí se reunían cientos de jóvenes, que no tenían otras armas que el amor a la patria. Todos exigían una rápida formación militar. Los días prosiguieron con ataques aéreos; nuevas informaciones del frente, la formación, cada vez más de nuevas brigadas y la llegada de numerosas declaraciones de solidaridad del exterior.

EN LAS CALLES DE LA HABANA Y TEGUCIGALPA

Una noche estuve de guardia con otro joven. Teníamos que cuidar que nadie encendiera luces para evitar que la aviación enemiga descubriera algún blanco. Nuestra única arma era un viejo fusil. De los techos de las casas podíamos ver cómo los aviones volaban impunemente sobre la ciudad, pues no teníamos antiaéreas. Es muy difícil poder describir el sentimiento de impotencia que teníamos en aquel momento. "¿No tienes miedo?" le pregunté a mi joven acompañante. "Si estuviéramos solos", respondió él, "entonces habría que sentirse perdido. Pero no estamos solos. Hoy corre por las calles de La Habana y de Tegucigalpa las sangres de muchos jóvenes que luchan por nuestra libertad...".

GUEVARA EMPUÑA EL FUSIL

Ernesto Guevara le escribe a su madre: "Arbenz es un tipo de agallas... el espíritu del pueblo es muy bueno... ya estoy apuntado para hacer servicio de socorro médico de urgencia y me apunté en las Brigadas Juveniles para recibir instrucción militar e ir a lo que sea".

Rodolfo Romero, un joven exiliado nicaragüense, nombrado por la Alianza como responsable militar de la organización, relata:

"Le entrego una carabina checa que usaba el ejército de Guatemala y me pregunta: ¿Y esto cómo se maneja? Le doy instrucciones rápidas de arme y desarme de campaña y lo llevo, en esa noche sin luces, a la parte más elevada del edificio para que hiciera su primera posta, de dos a seis de la mañana."

Al día siguiente marchamos hacia el frente

El 25 de junio, bajo la presión de la población y por orden oficial del presidente Arbenz, comenzó la preparación de 2 000 jóvenes que después irían al frente. De inmediato se movilizaron a todas las brigadas juveniles. Por la noche se llenaron las oficinas de la Alianza de la Juventud con una gran masa de jóvenes.
En pocos días se alistaron unos 2 000 hombres en la mayoría jóvenes. El sábado 26 de junio a las 8 de la mañana camiones militares recogieron a los batallones de jóvenes. Ese mismo día comenzó su preparación militar. Por la noche cuando regresaron a la Alianza de la Juventud todos estaban muy contentos. ¡Qué cambio había tenido lugar en estos jóvenes! Hace algunos días hablaban de los bailes que llevarían al festival; discutían sobre deportes y sobre las delegaciones que esperaban; cantaban; cantaban canciones amorosas... Ahora sus conversaciones giraban alrededor de cómo usar el fusil, de las lecciones militares recibidas y cantaban las canciones de la guerra antifascista española.

El SEÑOR PUERIFOY desempeñó EL PAPEL PRINCIPAL

Nos dimos cuenta muy tarde que la preparación militar era solo una cínica farsa con la cual el alto mando castrense quería confundir a la población y al gobierno, para ganar tiempo en la preparación de su trama.

Una confesión de estos propósitos la dio la "United Press": "El enviado norteamericano, Puerifoy ha desempeñado el papel principal en el rápido cambio de gobierno en "Guatemala".

La invasión y los bombardeos de las ciudades, que fueron planeados en las oficinas del enviado norteamericano, no fueron las únicas cartas jugadas por Mister Puerifoy.
Con el poder del dólar y mediante el chantaje, Puerifoy compró a altos oficiales del ejército, ministros y otros funcionarios del gobierno. La amplia red de estos traidores, saboteó las medidas tomadas por el Presidente y le informó al enemigo los secretos militares. Los traidores esperaban ahora el momento más adecuado para derrotar al gobierno democrático. En sus planes también estaba previsto, el asesinato del presidente Arbenz.

El día 27 era el día X. Tal como lo informó la prensa yanki, Mister Puerifoy visitó al ministro Toriello con saco deportivo y le explicó que si Arbenz no renunciaba de inmediato, entonces vendrían los aviones norteamericanos para arrasar la tierra de Guatemala. Mediante la traición de algunos altos militares y políticos le fue posible al embajador yanki llevar a cabo el golpe.

ESTABA PREVISTO EL MONSTRUOSO CRIMEN

Distintos gobiernos provisionales se sucedieron tras el golpe de estado. Puerifoy dejó actuar a sus marionetas, hasta traer al lacayo más fiel de la "United Fruit" al mercenario Castillo Armas.

Los gobiernos provisionales (juntas militares) tenían el propósito de limitar las acciones del pueblo en la medida en que pudieran desatar e incrementar el terror y así evitar la menor resistencia en el país.

De esa forma llegó Castillo Armas al poder. Su base era la traición a la patria, lo cual aprendió de forma aventajada a través de Puerifoy. Se bañó en la sangre y se rodeó del odio del pueblo guatemalteco.

LA LUCHA CLANDESTINA

"La resistencia de cualquier persona o grupo contra el nuevo gobierno será severamente castigada". Así comenzó una cacería salvaje de dirigentes y de los miembros activos de todos los partidos y organizaciones democráticas. En el orden del día estaban los asesinatos. Esas fueron las medidas del "gobierno Puerifoy". La casa del Presidente de la Alianza de la Juventud, Edelberto Torres fue allanada en la misma noche del domingo. Como él no estaba allí, secuestraron a su padre. Las oficinas de la Alianza fueron destruidas y saqueadas en las primeras horas de la mañana del día siguiente. Poco después fue destruido el edificio donde debería tener lugar el festival juvenil de la amistad.

A la juventud de Guatemala le quedó ahora solo el camino de la lucha clandestina. Consideré que mi deber era ayudarla.

En el mes de agosto, en apoyo a un alzamiento de cadetes pude ver las consignas escritas en las paredes a través de las cuales los jóvenes reflejaban su repulsa al régimen. La lucha clandestina había comenzado.

Mientras tanto ya habían pasado varias semanas y tuve que pensar seriamente en abandonar Guatemala. No obstante, había perdido mi pasaporte y las fronteras estaban cerradas.

NOS VOLVEREMOS A VER...

Abandoné Guatemala el 2 de septiembre de 1954, bajo la protección de una embajada latinoamericana. Nadie estaba en el aeropuerto; gran parte de la población estaba encarcelada o había sido ejecutada. Vi solamente las caras de los soldados y los policías, sus cascos de acero y sus ametralladoras. Un joven amigo que pudo acercarse a mí, me dijo al oído con cautela: "En Chiquimula, en Tiquisate, han matado a los campesinos, obreros, maestros... más de 1 500 personas fueron arrestadas... entre ellas mi padre y mi hermano...". Me pidió insistentemente denunciar este asesinato.

Le contesté: "¡Te juro que lo haré! Estoy seguro de que algún día nos veremos nuevamente en la tierra de Guatemala para liberarla para siempre del yugo norteamericano y de la opresión".

Las hélices del avión comenzaron a girar. El diplomático que me acompañaba me tomó por el brazo y me llevó hasta la escalerilla de la nave.

UNA NUEVA TAREA HISTÓRICA

El 21 de septiembre llega el Dr. Guevara a México. A finales del siguiente mes, de modo casual Ñico López se encuentra con su querido amigo argentino en el hospital general donde este trabaja. De nuevo, el futuro Che enlaza sus relaciones con los revolucionarios cubanos.

En la segunda mitad de junio del año siguiente conoce a Raúl Castro, que acaba de llegar de Cuba. Una cálida amistad e identificación de ideales surge inmediatamente. El 8 de julio, llega Fidel. En esa segunda semana de julio, Raúl organiza el encuentro con el líder. Empieza en la casa de María Antonia en Amparán 49 y prosigue en una cafetería 8 o 10 horas de conversación.

Los abrazos, al final de la larga plática, rubrican la firma del Che y de Raúl, como los primeros integrantes de la expedición que Fidel ha decidido organizar.

Todavía no hay yates ni armas, pero sí la decisión inquebrantable de regresar a Cuba con las armas en las manos para reiniciar la lucha por la definitiva liberación de la Patria.

El Granma parte de Tuxpan el 25 de noviembre de 1956. Se abre una nueva página en la historia de América Latina, en su larga lucha por su verdadera independencia.
Fidel, Raúl y el Che asumen la tarea que la historia reclama. La triste lección de Guatemala sería tenida en cuenta

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