jueves, 24 de septiembre de 2009

Refutando al Señor Jacques Seidner y sus argumentos racistas

El señor Jacques Seidner en su columna de ayer 23 de septiembre de 2009, titulada “5770 ¿Un mundo sin judíos?”, me vuelve a sorprender. No por sus argumentos agudos sino precisamente por lo contrario.
Comienza el señor Seidner diciendo que “ante las reiteradas amenazas de aniquilación proveniente del fanatismo islámico –y uno que otro desquiciado latinoamericano- (realmente no sé a quien se refiere), especulemos cómo sería la sociedad occidental sin la participación pasada y presente del mundo judío”. *El comentario encerrado entre paréntesis es mío.

Estupefacto ante ese derroche de absolutismo etnicista, no puedo más que preguntar también: ¿Cómo sería el mundo occidental sin los chinos, sin los indios americanos –que por cierto ya estaban en esta tierras-; sin, los tan “fanáticos” para él, islámicos, sin los europeos. Bueno, en fin, sin los miles de etnias que pueblan nuestro planeta? Realmente no veo la importancia de preguntarse qué sería del mundo occidental, (a lo que reduce el planeta Seidner) sin la presencia de X ó Y pueblos, mucho menos qué sería de él sin la presencia de un solo pueblo, en la hipotética premisa de que éste pudiera aislarse del resto del mundo para seguir reproduciéndose entre sí. A la larga podría resultar su desarrollo en un sin número de taras. Pero bueno, eso solo puede ser realidad en la imaginación de don Jacques porque sabiendo que todos los grupos humanos se movieron por los confines de la tierra en búsqueda de mejores condiciones para su existencia y chocando unos con otros que ya poblaban regiones a donde aquellos otros llegaban, ya sea en forma pacífica, las menos y, la más, de manera violenta y, sumándole a ese choque, que los miembros de esos conglomerados no iban a cruzarse de brazos y obviamente, entre ellos habría más de un caso de enamoramiento, de atracción física o violación sexual, concubinato o aceptación a entregarse ante el vencedor, no existe la mínima posibilidad de pureza de razas tal como se le antojó al esquizofrénico Hitler y hoy lo emulan, no solo Seidner, sino los grupos más recalcitrantes de la herencia puritana de los Estados Unidos y algunos países europeos con mayoría blanca que por más leyes antiemigrantes que presionen a sus Parlamentos para que aprueben, será imposible frenar esas oleadas.

Ateniéndonos a los relatos bíblicos, en ellos mismos se narra que Abraham no puede contarse entre los judíos como lo realza Seidner, sino que éste fue oriundo de Ur de los Caldeos, ubicado en los territorios de lo que hoy es Irak. Después de ese gazapo, Seidner se lanza con una lista de grandes personajes: Moisés, Jesús, Pedro, Saúl (de Tarso, me imagino) pasando por Marx, quizá para lograr aceptación de su desvarío entre los de izquierda, Einstein, Sigmund Freud, incluso nombra a Cristóbal Colón, Jonas Salk y Woody Allen.

Es así como Seidner tira por la borda todo elemento objetivo de la historia, si es que realmente los contempla. No puedo creer que toda esa perorata sea para decirnos a los lectores que debemos darle gracias a los “judíos” por las grandes cosas que han hecho por la humanidad, especialmente en el mundo occidental. Bueno, creo que todas estas personas actuaron en su entorno y no creo que alguno de ellos se haya puesto a inventar, a crear, a guerrear, a hablar con su Dios, a divertir al mundo, basado en la creencia de que con ello daría realce a su “raza judía” y más que eso, que con ello la situaría en la historia humana como algo imprescindible como el oxígeno. No hay duda que fueron condiciones puramente objetivas como el desarrollo de las fuerzas productivas las que promovieron la zona centroeuropea como punto de arranque para el actual sistema económico y no una pequeña tribu deambulando por el desierto. Esa leyenda se la apropiaron los poderosos luego para imponerla como historia oficial de la religión dominante iniciada en otros tiempos, la del Imperio Romano de Occidente y remarcada luego en la etapa medieval por ejemplo, para evolucionar en el actual cristianismo, del cual los judíos no quieren ni les interesa saber nada. A los chinos, por ejemplo, y otro respetable número de “fanáticos” islámicos les viene guango si Woody Allen tiene ascendencia judía o no, si Marx tenía esa misma herencia étnica o, en ese mismo término de ideas, para los habitantes del nuevo mundo, si Colón tenia entre sus ancestros algunos judíos. Lo que les importa realmente es que muchos de ellos disfrutan de las películas y creaciones artísticas del primero; muchos analizan la realidad bajo el método del otro y los postreros, sufren las consecuencias del descubrimiento que hizo aquel otro. Nadie se pregunta si fueron de ascendencia judía y digo de ascendencia pues las innumerables mezclas que hubieron antes que estas personas nacieran debieron haber sido de millones, por tanto, en el buen sentido de la palabra: tener ascendencia judía o no, vale un rábano. Eso es como decir que España siguió siendo pura y virgen luego de la invasión de los godos, los visigodos, los vándalos, los francos, y por supuesto, de los que para Seidner son los fanáticos, islámicos que se mantuvieron en ese territorio, por lo menos formalmente como gobernantes por 500 años, pues a pesar de haberlos expulsado Fernando no hay duda que hubieron muchos de ellos que aceptando las nuevas condiciones ante la amenaza de pérdida de posesiones y familia prefirieron aceptar la religión del vencedor (moriscos) y otros que siendo oriundos de aquella vieja España habiéndose acogido en su momento a la religión de los islámicos se habían convertido en mozárabes, de los cuales muchos regresaron por presión a la nueva religión católica impuesta pues sus generaciones ya se habían acostumbrado y asimilado como suya la de Mahoma. Partiendo de ello, es como si los mahometanos se jactaran de que ellos han influenciado el mundo occidental a través de España (no dudo que haya por ahí un Seidner con turbante), de lo cual no habría razón para no aceptarlo, pero llegar a decir que, qué sería el mundo sin esas situaciones pasadas es como decir que hubiera pasado si las condiciones del Universo no hubiesen llegado a posicionar a nuestro planeta como engendrador de vida. Simplemente, hubiera sido en otro planeta y ni Seidner hubiera escrito su “artículo” no yo estuviera recreándome en su superficialidad.

Sin embargo, lo peligroso que Seidner trata de esconder tras esa perorata racista, no es eso, sino lo que dice luego, obviamente soslayando y despreciando la historia del nacimiento del Estado Judío actual que ya los lectores sabemos fue una imposición de las grandes potencias de ese entonces, Inglaterra y Estados Unidos, que aprovechando esa calidad y con la prepotencia que eso les dio, artificialmente ubicaron a fuerza en territorio de otros, los palestinos, y eso sí, basados en supercherías ahistóricas de que el pueblo judío era el pueblo escogido de Dios, subestimaron la opinión de todo un pueblo al cual desde ese momento han atacado, han mantenido en cautiverio y han asesinado impunemente. Y, no es por superioridad étinica, sino por la superioridad de las armas que le proporcionaron a sus gobiernos fascistoides, sus padrinos.

Disculpe Seidner, pero yo por lo menos, no tengo que admirarle a esa nación que ha sido una maldición para sus vecinos al contrario de lo que propugnan los tele-evangelistas que sin siquiera ser judíos, sino de todas las fisonomías étnicas y por ignorancia histórica elemental, proclaman a los cuatro vientos que ese pueblo es la sal de la tierra, el faro del mundo, claro basados sus argumentos en un fanatismo religioso que por lo mismo carece de sustentación teórica científica. Entre estos se cuelan uno que otro columnista desorientado, fanático, ¿o malicioso?

Si el gobierno israelí propugnara la paz, evitaría seguir expandiéndose en territorios que ellos mismos firmantes del Acuerdo, prometían respetar; devolverían los territorios ilegalmente arrebatados a sangre y fuego a sus vecinos palestinos apoyados en su superioridad armamentista que incluye lo nuclear que tanto reprochan a Irán, cuyos acuerdos iniciales fueron reconocidos por las Naciones Unidas de aquel tiempo; de ello, se desprendería que eliminarían el confinamiento precario en que mantienen a sus vecinos de Gaza, sometiendo a sus habitantes a las peores miserias entre falta de alimentos, agua y medicamentos, en especial a los niños, ancianos, embarazadas, discapacitados, enfermos, etc; dejarían de asesinar a sus jóvenes y niños cuando estos en su desesperación causada por esas precarias condiciones les lanzan piedras a sus experimentados y bien armados soldados. David contra Goliat. Dejarían en libertad a miles de palestinos que tienen en confinamiento en sus cárceles y sometidos a torturas y demás crueldades; dejarían volver a los miles de refugiados que hoy permanecen en limbo legal en Jordania, Siria y Líbano; dejarían de bombardear las ciudades de los palestinos y demás vecinos confiados en la prepotencia que da la superioridad armamentista y el respaldo que les da la mayor potencia terrorista del mundo: Estados Unidos. Dejarían de asesinar y secuestrar a los líderes de los palestinos, en fin si dejaran de comportarse como “terroristas”, otro gallo cantaría, pero como lo que interesa es mantener los intereses de un pequeño grupo de sionistas que tras la fábula de la preferencia de Dios por un solo pueblo, a pesar de que hay muchísimos más con dotes para ser ejemplo de humanidad en el mundo, tratan de mantener sus crímenes en total impunidad. Al contrario, con cada muerte que provocan, con cada violación a los derechos humanos se difumina y desaparece del imaginario colectivo mundial, la creencia en esa preferencia celestial.

Solo si dejaran de actuar así, podría dejar de ver a los judíos, especialmente a sus gobernantes como tiranos. Dejaría de tener mis reservas incluso con la historia del Holocausto, porque yo sé que un pueblo que ha sufrido como supuestamente sufrió el judío en la época de los nazis, más de algo de esas narraciones barbáricas hubieran calado en las almas y mentes de las futuras generaciones. Sino al contrario, esas generaciones y las que están formando, se comportan como los que vejaron a sus ancestros. Mantienen en guetos a otro pueblo, en este caso el palestino, al que consideran inferior. Hay fotos incluso de soldados israelíes con perros que acosan a los prisioneros palestinos como lo hacían los nazis con sus abuelos. ¡Que es eso! ¡Donde está el aprendizaje de la historia! No hay nada en esas mentes siniestras a favor de la memoria histórica, sino crueldad y odio.

Por eso, señor Seidner, realmente sus argumentos son débiles. Cada pueblo ha dejado su impronta en la humanidad, buena y mala, pero el género humano que es lo que nos debe importar más que cualquier diferenciación étnica se encamina al despeñadero por los mezquinos intereses de grupúsculos que se creen dueños de otros pueblos y a los que someten a los más inhumanos sufrimientos. ¡Piénselo! No venga a los lectores con dogmatismos por demás trillados como es la superioridad étnica. Esa afortunadamente quedó sepultada en Berlin con el suicidio de Hitler y los castigos contra sus lugartenientes. No se una a los que tratan de resucitar esas doctrinas fascistas que por lo mismo, están desfasadas.

Lic. Carlos Maldonado

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