miércoles, 16 de septiembre de 2009

REFLEXIONES SOBRE NUESTRA CULTURA

E. Wilfredo Lanuza

Regularmente, cuando hablamos o escuchamos hablar de cultura, pensamos casi de manera automática en el arte y sus formas de expresión: cine, música y teatro. Aunque no son estas las únicas formas de arte, son de las que con más frecuencia se habla.

Si bien es cierto, el arte es parte de la cultura, el campo de ésta última es más amplio y nuestra visión limitada es el reflejo de lo que se transmite en los medios de difusión, en la escuela, la familia y otros órganos de la superestructura con mayor frecuencia.

Sin embargo, para poder entender nuestra cultura nacional, debemos dejar de lado esos marcos estrechos y superficiales y empezar por entender qué es la cultura como un concepto más amplio y global dentro de la vida social. De esa suerte, podemos definir a la cultura como “...aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad” (Tylor, 1871).

Lenin decía que la cultura tiene dos elementos: uno material y otro espiritual.

De acuerdo a esto, tendríamos que pensar que la formación de la cultura tiene su origen en la realidad misma, ya que ésta al reflejarse en el cerebro humano, permite ir adquiriendo y acumulando experiencias que serán la base del conocimiento, el cual será aplicado a la producción de satisfactores de las necesidades humanas.

Toda esa producción se lleva a cabo de una manera determinada en cada etapa histórica de la humanidad, más o menos eficazmente, según sea el grado desarrollo de la técnica, la cual se va perfeccionando gradualmente, y de manera paralela a la acumulación de conocimiento, el que a su vez va progresando también, tanto en ampliarse, como en organizase de manera coherente en un cuerpo llamado ciencia o conocimiento científico.

Mientras tanto, como la producción de satisfactores de las necesidades requiere de la participación de grandes cantidades de personas que entran en constante relación, ese proceso productivo adquiere un carácter social (no necesariamente la apropiación que en las sociedades clasistas es privada), lo que hace necesarios procesos de comunicación que se realizan de varias maneras pero principalmente por medio del lenguaje, el cual se va transmitiendo socialmente, por lo que también adquiere un carácter cultural o, dicho de otra manera, se convierte en un elemento de la cultura.

La manera en que una sociedad se organiza para la producción en cada etapa histórica, junto al desarrollo de la técnica determina el grado de dominio de los seres humanos sobre las fuerzas de la naturaleza y, junto a la manera en que ocurre la distribución de los beneficios de la producción, dan como resultado una forma de organización económica y social (formación económico-social) que desarrolla formas propias de ver y entender el mundo.

Esa ideología es transmitida por medio de valores, principios y leyes jurídicas que la clase dominante en cada formación formula e impone por medio del Estado, juntamente con sus consideraciones sobre el bien y el mal (ética). Esta conducta moral se determina por la posición de clase que se ocupa en la sociedad, es decir: no hay una sola moral y ésta depende de si se es dueño de medios de producción (empresarios en el capitalismo) o dueño de fuerza de trabajo que compran los empresarios (proletarios en el capitalismo).

Concretamente, en la sociedad capitalista, basada en el régimen de propiedad privada, se transmiten y reproducen constantemente, valores relacionados con el individualismo, el egoísmo y la falta de solidaridad y la moralidad está definida por la ganancia: si algo me permite tener mayores ganancias, entonces es moralmente aceptable, sin importar si en el camino me llevo por delante a otros de mis congéneres. Es esa la misma moral que la mayor parte de las doctrinas religiosas nos transmite y no es que planteemos un choque frontal a las creencias religiosas, porque al final tenemos derecho a tenerlas, sino más bien que debemos ser claros que la religión es usada por los empresarios explotadores y los vividores de la fe para adormecer la conciencia de los trabajadores, lo cual no podemos aceptar.

Aplicando todo lo anterior a nuestra cultura guatemalteca, vemos que tradicionalmente hemos tenido costumbres, conductas y creencias que conforman tradiciones que se están perdiendo aceleradamente y están siendo sustituidas por otras que no son nuestras sino que han sido “importadas” desde los confines mismos del imperialismo. Claro que no podemos hablar de una cultura homogénea porque somos una nación pluricultural. El problema ha sido que nunca se ha respetado la supuesta libertad en el país y entonces lo que hemos visto históricamente es un Estado racista y excluyente que siempre ha pretendido “asimilar al indio”, latinizarlo. La explicación también tiene que ver con factores históricos que vienen de la colonia, concretamente, son una herencia de la patria del criollo, en el sentido de que las expresiones racistas en los mestizos que no querían ser considerados indios, se debían al hecho de la esclavitud que significaba esta identificación. Es decir, a la explotación inmisericorde había que agregarle la esclavización que significaba ponerse un uniforme que indicara propiedad de quien se era y el no poder salir de los mismos límites geográficos del latifundio. Lo que sí debemos aclarar, es que a pesar de las diferencias que existen entre grupos étnicos, tenemos mucho en común, por ejemplo, nuestro origen, ya que si partimos de reconocer que somos mestizos en lugar de ladinos, veremos que compartimos los mismos orígenes, aún cuando compartamos también con los invasores por ser el resultado dialéctico de las relaciones entre ambas culturas. En cambio lo que el aparato educativo nos quiere imponer como verdad es que desde la invasión de los españoles, éstos aplastaron militarmente a los nativos americanos porque eran superiores. Si aceptamos que tenían una cierta superioridad, más que cultural militar (recordemos que la casta que invadió América fue la parte más atrasada de la España de aquella época) entenderemos que los invasores impusieron elementos de su propia cultura a los nativos y con el paso del tiempo ésta cultura del racismo se diseminó entre los mestizos, por las razones más arriba mencionadas. Pero debemos reconocer también con honestidad, que la “herencia cultural” de los invasores fue muy pobre y se limitó a aquellos elementos de la técnica para la producción y la ideología atrasada que aún sigue vigente en el grupo heredero económicamente de esos primeros colonizadores. No olvidemos que la cultura ancestral era muy rica y ellos la destruyeron. Esta ideología discriminadora ha producido una sociedad tan intolerante que históricamente se ha negado el derecho de existencia, no sólo cultural sino muchas veces hasta física de lo que tenga apariencia de indígena. En efecto, se les niega a los grupos étnicos y, en general a los explotados, no sólo mayas sino cualquier otro que no sea blanco (sin importarles que la pureza de sangre es solamente una ilusión ridícula) el derecho a su humanidad y se les desprecia y se les margina de las oportunidades de acceso al desarrollo.

En la actualidad, con el advenimiento y consolidación en nuestro país de un nuevo imperio, a partir de 1954, una nueva cultura artificial, ajena –como ya dijimos-, se nos impone desde afuera por medio de distintos mecanismos que no siempre podemos contrarrestar y que lleva a nuestro pueblo, principalmente a la juventud, a pensar en términos que le convienen a los intereses de las multinacionales (y no solo las estadounidenses): salir a comer significa para muchos gastar su escaso dinero en establecimientos de comida chatarra (insalubre) como McDonald´s, Wendy´s, Burger King, etc.; la televisión es igual de asqueante ya que sólo nos traslada programaciones en la cual se ensalza el estilo “americano” de vida y se convierte en una invasión abusiva que implanta de manera irrespetuosa los patrones “culturales” yanquis, una forma de vida extraña a nuestro pueblo pero que una parte de éste ya desea alcanzar sin conocer si en realidad es algo tangible o solamente es producto de la mercadotecnia de Holiwood; estamos entonces, bajo la dictadura de las marcas de las empresas transnacionales que logran de esa forma incrementar sus capitales, sin dejar un sólo beneficio real para el país. Una consecuencia de toda esa enajenación es que ser guatemalteco es merecedor de vergüenza, como si los otros fueran en verdad superiores desde el punto de vista humano.

Todo eso lo podríamos llamar transculturación, porque al final de cuentas establece un modelo cultural paralelo y hasta sobrepuesto, que se presenta a sí mismo como algo superior pero que en realidad solo está buscando la realización de mayores ganancias, obtenidas al precio de nuestra dependencia y miseria como pueblo y que desplaza nuestra propia identidad al rincón de los derrotados, algo que también es inaceptable para nosotros.

La peor consecuencia de todo esto es que interiorizamos como pueblo un pensamiento fatalista: todo eso es inevitable. Lo convertimos en una “realidad” ineludible. Una visión pesimista de corte apocalíptico de lo que no puede dejar de suceder.

Hoy, por ejemplo, el pensamiento más fuertemente impulsado desde los rincones del imperialismo norteamericano, del europeo o del japonés (ya que no estamos sometidos a un solo imperialismo) es que debemos subirnos al tren de la globalización porque ésta es inevitable y solo de esa forma evitaremos morirnos de hambre.

Este razonamiento merece una reflexión en al menos dos puntos:

1.- Efectivamente, nos han integrado -gracias a un puñado de empresarios vendepatria y a gobiernos entreguistas, lamebotas y genuflexos- al “tren” de la globalización (que deberíamos más propiamente llamar imposición mundial del sistema económico capitalista neoliberal, ahora ya en bancarrota) y aún así, literalmente, nuestro pueblo se está muriendo de hambre porque nuestra producción agrícola se viene abajo con el TLC y lo poco que se produce, resulta que debemos compartirlo con los motores de los estadounidenses que se benefician con el agro combustible que nuestros alimentos producen en lugar de alimentar a nuestra gente y ahora estamos pagando un precio cada vez más alto por los productos esenciales de nuestra dieta, debido en parte, a la escasez que ya se produce, gracias a la bondad imperialista. Con esto se cumple muy rápido lo previsto por el compañero Fidel Castro en lo que el llamó la internacionalización del genocidio.

2.- Todo proceso engendra sus propias contradicciones y la generalización del hambre y la miseria ya está generando un proceso alternativo de lucha: la globalización de la solidaridad, en contraposición a la del egoísmo. Ese es el verdadero tren al que debemos subirnos sin demora para luchar contra los intereses productores de violencia, de miseria y de muerte.

Por supuesto, eso significa que debemos cambiar pensamientos equivocados, retomar conciencia de que somos guatemaltecos, de que somos latinoamericanos, de que somos parte de los pueblos oprimidos y explotados y por lo tanto, de que tenemos mucho en común con los pueblos oprimidos y saqueados de todo el mundo.

Ahora bien, debemos pensar también que no es posible que añoremos volver atrás con nuestras costumbres, como si se pudiera volver el tiempo atrás de manera reaccionaria y como si el pasado fue un lecho de rosas. La alternativa real y más lógica es que debemos dar un paso adelante en la superación y destierro del planeta del sistema de injusticias en que ahora vivimos para establecer uno de verdadera igualdad, de libertad y de solidaridad, más allá de los discursos, lo cual empieza por luchar porque nuestro país avance en ese sentido. Todo eso requiere, como ya dijimos, que trabajemos hoy, que luchemos por la formación de seres humanos distintos, hombres y mujeres nuevos, críticos, solidarios, que despierten con un pensamiento que salga del yo egoísta que se nos quiere obligar a asumir hoy y que nos convirtamos en pensadores del nosotros y portadores de la lógica de que si todos estamos bien, yo estaré bien y no al revés.

Hablar de cultura es mucho más profundo que lo que aquí hemos tratado pero es éste un primer acercamiento al concepto, un primer intento de abrir el debate que debe ser muy amplio y profundo para que todos sin excepción participemos, en virtud de un derecho adquirido de manera indiscutible: somos seres humanos, por más que los dominadores quieran convencernos de que no es así y traten de prohibirnos ejercer nuestra libertad de pensar y de hablar.

Por otro lado, todos podemos, y no solamente podemos, sino que es un deber moral ineludible, aportar para enriquecer el debate y para recuperar nuestra humanidad robada por los canallas explotadores, deshumanizadores y opresores del verdadero pueblo.

Resumiendo todo lo anterior, podemos decir que la cultura no es independiente en sí misma sino que está determinada por las condiciones materiales de vida y que dentro de ella, encontramos ideas, costumbres y prácticas que identifican a cada colectividad.

Nosotros debemos formarnos junto con los demás compatriotas que comparten nuestra visión y clase social y no solamente dentro de las fronteras de nuestro territorio, sino fuera de ellas porque el hecho de que el sistema injusto que nos rige haya obligado a muchos a buscar oportunidades en otra parte como migrantes, no les hace culpables ni inferiores a nadie y son, más bien, con algunas contadas excepciones, los héroes que sostienen la economía y la propia existencia de nuestros hermanos, sus familias. Por esa razón, debemos solidarizarnos con ellos, los que han sido obligados a salir de su patria como otro producto de exportación, en sus penurias frente a un gobierno imperial despótico y fascista que de manera hipócrita les acusa de ser delincuentes allá, cuando aquí sí lo son las empresas multinacionales que nos roban descaradamente, las riquezas y la vida del pueblo manteniendo un sistema de miseria e injusticia por sus insaciables deseos de lucro.

La invitación es, desde ahora: que todos se levanten, que se llame a todos, que no haya uno, ni dos, ni tres que se queden rezagados (Pop Wuj) en la lucha consecuente por su pueblo, por sí mismos, por los pobres y oprimidos de nuestro país, del continente, del mundo.

A todas y todos decimos, junto al legendario comandante que debemos luchar:

¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanta mucho para hacer un buen resumen👍👍😘😘😘😘💖💖💖💖

Unknown dijo...

😇😇😇😇😇😇

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