miércoles, 22 de abril de 2009

Una reforma que no reforma nada

Camilo Salvadó
AEC AVANCSO
16-4-09

I. En la ciudad de la furia. En la tercera semana del pasado mes de marzo, coincidieron dos eventos al parecer sin conexión alguna, pero que en la práctica se complementaron de forma demasiado perfecta como para ser una simple casualidad: la ola de violencia en Ciudad Guatemala y la discreta pero efectiva
presentación de una propuesta de reformas constitucionales.

El “pico” de la ola de violencia urbana fue el asesinato de varios pilotos y pasajeros de autobuses (entre ellos, un bebé de 2 meses). Como era de esperar, la explicación de los medios de comunicación y partidos de derecha -o sea, casi todos- fue: 1) se trataba de hechos aislados, muestra de "anarquía", "caos" o "ingobernabilidad", causada por las "maras" y el "crimen organizado" 2) además, de una prueba de la incapacidad del gobierno de la UNE para mantener la seguridad.

La falsedad de estos argumentos (al menos del primero) se constata por las claras muestras de coordinación y entrenamiento de que hicieron gala los sicarios, actuando simultáneamente en varios puntos de la ciudad. En cuanto al segundo argumento, sólo comentaremos que fue decepcionante ver al gobernante electo, negando la gravedad de la situación e interpretándola como una cortina de humo para ocultar sus logros en materia de seguridad (sin poder o sin atreverse a analizar más a fondo los hechos).

Una tercera explicación, propuesta por analistas de izquierda, fue interpretar el pico de violencia urbana como un mensaje de la oligarquía, algo así como: "La UNE, como todos los gobiernos, nos hace los mandados (...) el que se oponga, será eliminado así". Pero buscar explicaciones únicas a los hechos sociales es perder de vista la complejidad de la realidad. Sin negar la validez de esta explicación, a mi juicio bastante certera, quisiéramos explorar otras facetas de la coyuntura para aportar más elementos sobre el fugaz pero efectivo pico de violencia urbana (la cual sigue, pero con menor intensidad).

En cuanto al segundo evento, fue la entrega al Congreso de una propuesta de reforma constitucional parcial presentada por el grupo llamado Asociación Pro Reforma. La misma ha pasado sospechosamente inadvertida, pese a contar con el apoyo incondicional de los partidos políticos y medios de comunicación de derecha, de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), el Centro de Estudios Económicos y Sociales (CEES) y varios otros grupos conservadores auto-nombrados liberales.

En esencia, la propuesta pretende eliminar todos los supuestos obstáculos para el libre mercado y a la inversión privada, obstaculizar el cobro de impuestos y la inversión social, así como reducir las atribuciones de los organismos ejecutivo, legislativo y judicial, y crear un nuevo ente, un "senado" que
regiría sobre los mencionados organismos, y cuyos miembros, individuos mayores de 50 años, no serían electos popularmente, sino propuestos por personas de su misma edad.

Si bien la idea de un senado para equilibrar poderes no es mala, lo que si resulta descabellado es suponer que un asesino, corrupto o (en el mejor de los casos) tonto de 40 años, dejará de serlo automáticamente al cumplir los 50. Otro problema serio con la propuesta, es que si en teoría cualquier persona de esa edad podría postularse para el senado, en la realidad concreta sólo los miembros
de los grupos dominantes (residentes en la ciudad capital), podrían tener la salud, el dinero y la posibilidad para hacerlo, así como la "buena reputación y comprobada trayectoria" exigidas por Pro Reforma. Falta preguntar si personas como un anciano maya, o don Alfonso Bauer (por ejemplo) serían considerados como tales por dicha asociación.

Por otro lado, a pesar de querer aparentar que la propuesta es novedosa y original, en realidad se trata de un refrito de la propuesta hecha por Hayek en su libro "Derecho, legislación y libertad". Para el economista austriaco, el principal peligro de la democracia era que atentaba contra los derechos
individuales, y dado que percibía a las masas como fácilmente manipulables, se hacía necesario ponerle límites a la democracia y a la voluntad popular, por medio de reformas constitucionales como las propuestas hoy por la Asociación Pro Reforma.

II. ¿Quién vigila a los vigilantes? De tal modo, el senado propuesto en su oportunidad por Hayek, y hoy por Pro Reforma, se constituiría en vigilante, no de la democracia, sino de la libertad. Y no de todas las libertades posibles, por supuesto, sino de la "libertad del mercado", libertad para explotar el agua,
el petróleo, los bosques, los minerales, las plantaciones, los territorios y las poblaciones, libertad para subir precios y bajar salarios sin ningún tipo de control. Frente a un panorama tan desolador, se hace muy necesario preguntar: ¿Quién vigila a los vigilantes?

Tanto en los procedimientos que proponen para la emisión de leyes, como en la forma en que buscan actualmente la aprobación de su propuesta, se demuestra lo anti democrático de la propuesta de Pro Reforma. Proponiendo reformas parciales (y no generales) a la constitución, evitan la necesidad de convocar a una Asamblea Constituyente; su propuesta solo necesita ser aprobada en el Congreso.
Tampoco consideran necesario que su propuesta sea conocida y debatida ampliamente antes de su aprobación, e incluso han llegado a afirmar que no debe cambiarse ni "una sola letra" al proyecto.

Asimismo, bajo la figura supuestamente neutral de prohibir la emisión de "leyes o decretos arbitrarios o discriminatorios", Pro Reforma ataca frontalmente todas aquellas luchas sociales que se han desarrollado en el campo de la emisión de leyes destinadas a acabar con situaciones específicas de discriminación y
exclusión (Pueblos Indígenas, Campesinos, Mujeres), en especial a partir de los Acuerdos de Paz.

En síntesis, se trata de una reforma que no reforma nada. Por el contrario, refuerza las viejas formas de dominio y explotación vigentes desde hace siglos. Deja intacta las primacía del mercado, del capitalismo y del derecho privado (que no igual a "derechos individuales", aunque Pro Reforma pretenda confundirlos). La propiedad privada seguirá siendo defendida a toda costa, los tribunales seguirán apoyando a los finqueros y condenando a los campesinos. Igual que siempre, se alejará a la población de las decisiones de importancia nacional (las cuales se concentrarán en las élites), y solo podrá decidir sobre asuntos locales relativos a infraestructura y similares.

Pese a que los liberales insisten hasta el cansancio en que la solución a la pobreza y la violencia no pasa por la emisión de leyes, esta Asociación pretende ahora resolver todos los problemas del país con unos cuantos cambios a la letra de la ley, los cuales no mencionan en ningún momento políticas de combate a la pobreza o de seguridad en un sentido amplio, centrándose simplemente en dejar en libertad total al mercado, fortalecer la función coercitiva del Estado y restringir aún más nuestra joven pero enferma democracia.

Lo que vemos en acción aquí no es ni más ni menos que la "Ley del más fuerte". Con esto no nos referimos sólo al papel de la violencia como medio privilegiado para hacer valer la voluntad de los grupos dominantes, sino al uso de la forma más refinada de la violencia –el derecho– para lograr el mismo fin. Como lo demostró hace más de medio siglo Walter Benjamin, el derecho oculta la explotación, la dominación y la violencia que le dieron origen.

Contrariamente a las ideología de Hayek y de la Asociación Pro Reforma, el verdadero origen del derecho no es la Naturaleza o la Razón (con mayúscula) sino, en palabras de Benjamin, "la violencia coronada por el destino". Esto se demuestra claramente no sólo en la forma en que el derecho permite al gobierno
el ejercicio y monopolio de la violencia, sino en la forma (evidente en toda la historia guatemalteca y mundial) en que la violencia "funda o conserva el derecho".

En ese orden de ideas, es posible pensar desde otra perspectiva las relaciones entre el mencionado pico de violencia urbana y el proyecto que hoy nos ocupa. Pro Reforma presenta su propuesta de reformas constitucionales como la panacea que va a resolver todos los problemas del país, en especial la violencia, y lo hace precisamente en el momento más favorable para su aprobación. Incluso abstrayéndonos al pasado de varios sus principales fundadores (todos ellos de "buena reputación y comprobada trayectoria", y seguramente futuros senadores) dentro del "partido de la violencia organizada", el MLN, y dándole el beneficio de la duda, es innegable que la ola de violencia urbana le vino como anillo al dedo a Pro Reforma para conseguir su objetivo.

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