viernes, 3 de abril de 2009

DEL TRIUNFO DEL FMLN Y LA IZQUIERDA EN GUATEMALA: algunas reflexiones III


En un contexto donde las formas de acumulación a través de intensificar la explotación y el expolio se expanden y profundizan, con un Estado que afianza su papel de criminalizador y represor de la lucha indígena, campesina y popular, con una hegemonía conservadora y cada vez más incisiva en sus orientaciones fascistas y con una política de mayor intervencionismo imperialista, la tarea de articularnos y avanzar hacia la unidad se hace cada vez más imperante.

Por ello es necesario que surjan esfuerzos de debate, propuestas de articulación, de programa y estrategia, que nos garanticen no solamente posibilidades objetivas para la unidad, sino condiciones concretas para enfrentar la avanzada fascista que aun no llega a su máxima expresión. Y porque urge la unidad es que debe analizarse y trabajarse con el detenimiento que requiere y no constituirse en llamados demagógicos y egocéntricos que por su origen y orientación, más que abonar la minan.

El debate necesario no es cuestión académica, pero sí un esfuerzo que nos garantice una mínima sistematización de la experiencia de la izquierda revolucionaria, desde la cual podamos extraer los aprendizajes que nos permitan evitar los mismos errores, debilidades y desviaciones en dirección a superar la dispersión generada por múltiples factores internos y externos; a resolver nuestras diferencias programáticas y de estrategia, nuestras identidades, no para convertirnos en un esfuerzo que nazca pro sistémico y cooptado, sino para potenciarnos como una fuerza revolucionaria incluyente de todo sujeto revolucionario.

En ese sentido, el debate también requiere abordar el tema del sujeto revolucionario. Desde esta perspectiva, el tema del partido “especialmente electoral" resulta ser una reducción institucional e institucionalista que estorbaría. Antes que eso, habrá que pensar en un instrumento que logre articular a los sujetos que desde sus distintos orígenes y formas de organización y representación se sientan revolucionarios y asuman el compromiso de articularse en un esfuerzo revolucionario. Un instrumento que garantice que se escuchará nuestra voz y lucha compartida, sin que deje de existir la voz y lucha de cada sujeto. Nótese, hablamos de la tarea de articular sujetos revolucionarios, no de pretender mezclar el aceite y el agua, especialmente cuando se incluye en la izquierda a organismos y liderazgos que no solamente no se sienten de izquierda, sino que son hasta contrarrevolucionarios.

En este momento se trata de articular a los sujetos revolucionarios. Después deberá pensarse en alianzas con otros organismos con quienes podemos compartir objetivos de corto plazo o limitados, por sus posibilidades para avanzar en el proceso de transformación del país. No podemos pretender alianzas si no contamos con la suficiente fuerza para que nuestro programa avance y no se pierda con base en la justificación de "las más amplias alianzas" como discurso electorero. Cada paso tiene su tiempo y su objetivo.

Este debate deberá, entonces, aportar a dilucidar sobre la forma de articulación idónea (insisto, articulación) antes que pensar en una unidad falsa. La unidad, por demás, deberá ser construida en la práctica política basada en un acuerdo programático. Este acuerdo, sabiendo el terrible daño que ha provocado lo electoral o hacerlo en torno a pretensiones parlamentarias/electorales, los plazos electorales (cuatro añeros) y las negociaciones de puestos, deberá trascender dicha perspectiva estrecha y cortoplacista y esa orientación institucionalista e institucionalizada, de aceptación de un régimen político y electoral diseñado --como ya se analizá en la segunda parte de este escrito--, para hacer funcional el sistema y avalar el relevo en el gobierno de unas elites por otras. En el mismo sentido, de los acuerdos de paz habrá que recuperar aquellos que sean coherentes con una posición revolucionaria y desechar aquellos que inclusive tienen un tinte hasta neoliberal (como someter al mercado la solución del problema agrario). El tiempo de los acuerdos de paz concluyó hace mucho, por lo que es necesario integrar un programa que los rebase y se encamine a concretar el objetivo de conquistar el poder y transformar el país.

La articulación y la unidad -reitero- basadas en un programa revolucionario, debieran ser coherente y desarrollar la lucha revolucionaria. En ese esfuerzo, criterios conservadores orientados a desmovilizar, a movilizar en función de diálogos y negociaciones infructuosas o de papel, sólo harán retrasar y llevar a embudos sin solución la movilización política y la problemática nacional. Por ello, es una orientación acertada articular la resistencia, para luego pasar a lo ofensiva como un proceso de acumulación de fuerzas suficiente para pensar en la toma del poder.

Es indudable. La izquierda debe renovarse y repensarse, pero no en dirección a volverse conservadora y sistémica como pretenden algunos. Repensar la izquierda es retomar y actualizar el programa revolucionario y replantear el camino (la vía revolucionaria, las formas de lucha), no para plasmar -insisto- una visión ambigua -como hasta ahora- sino para recuperar una visión y, sobretodo, una práctica revolucionaria. Esto pasa por entablar un debate serio, sin hegemonismos y búsquedas protagónicas, con sustento teórico e ideológico, con un verdadero compromiso.

Repensar la izquierda debe traducirse en la construcción de una fuerza política probada en la lucha popular, ámbito donde tendrá la posibilidad de crecer y desarrollarse, y recuperar el prestigio de aquellos sujetos que debieran integrar el gran sujeto transformador.

Para ello se necesitan inteligencias con posición y decisión, propuestas concretas y la mayor cantidad de convocantes. El proceso debe ser, desde ya, un esfuerzo colectivo y articulador, que trascienda los discursos y se concrete en la práctica política, desde el ámbito local, regional y nacional. Sólo esto nos permitirá frenar las concepciones y políticas fascistas que se están instalando y avanzar en un proceso de transformación que ligada al esfuerzo latinoamericanista nos permita superar esta etapa oscura de nuestra la historia y concretar nuestro proyecto histórico.

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