martes, 2 de noviembre de 2010

Tus muertos… mis muertos (Retazos)

Por Rodrigo Pérez Nieves


¿Dónde están mis muertos?
¿Dónde están tus muertos?

A todos mis muertos
recuerdo en soledad,
siento su presencia
aquí, muy dentro
en lo profundo de una herida
que late al ritmo de un dolor mortal y eterno

Han pasado ya más de 50 años desde que inició una de las páginas más dramáticas de la historia de Guatemala, un ominoso episodio como lo puede ser una guerra fratricida que enfrentó a hermanos contra hermanos y que abrió una sangrante herida que todavía permanece sin cauterizar, en parte gracias a las formaciones políticas que se empeñan en resucitar viejos fantasmas y maniqueos esquemas ya superados por las generaciones más jóvenes. Y precisamente en estas fechas afloran los recuerdos…

Todos los años cuando la Jacaranda empieza a morir, llena los pueblos con sus colores. Son colores suaves, alfombras de otoño y de nostalgia. Con esos morados siempre aparece “alguien”; viene desde el pasado, muerto, estéril. Un ser lleno de vida convertido en cadáver, vuelto recuerdo, sin nuevas palabras sobre la piel, ni cicatrices, ni sensaciones. Solo en la terrible y absoluta soledad de su muerte.

Esa es mi Guatemala en fecha de Difuntos: bipolarizada entre poderosos y desposeídos, analfabetos y alfabetos, con tierra y sin tierra, desgarrada por seculares injusticias degradantes, terribles desigualdades, miseria crónica y el caos reinante preconizador de una revolución que se efectuó en la montaña y en parte del área urbana, largos años a perpetuar esa leyenda negra que nos persigue desde las montañas del Quiché hasta las faldas del Tecuamburro, desde los bosques de San Marcos hasta la universidad de San Carlos,

Universidad de las revanchas personales, el caciquismo endémico, el analfabetismo limitador, el odio larvado al vecino, el desafío a la autoridad y la anarquía sin sentido tan cara a la idiosincrasia hipócrita.

Se cometieron barbaridades sin fin, es algo que nadie puede poner en duda. Y ninguna muerte está más o menos justificada que otra, ni tiene mayor o menor valor. Porque lo cierto es que miles de personas inocentes pagaron con sus vidas la osadía, tanta como para pertenecer a un determinado partido político o defender una causa, de vivir a su manera, sin hacer daño a nadie.

“Yo no quisiera estar aquí. Yo no quisiera ser de aquí. Y aunque me duele el dolor del mundo, perdóneseme, pero me duelen menos otros países, que éste. Me voy a veces. Me meto en un libro y me voy. Tomo un pasaje de canción o recuerdo y me voy. Escribo una carta, me meto con ella en el sobre, me pongo en el correo y me voy. Pero dura muy poco mi viaje: desde adentro de mí mismo este país -este pequeño y cruel país-, se me hace presente, me sangre, me duele.

Cuánto amor en el dolor. Cuánto dolor en el amor. Qué dura eres Guatemala.”

Manuel José Arce

Existen miles de cadáveres, tus muertos… mis muertos, olvidados en olvidadas fosas comunes, cunetas o terrenos inhóspitos de nuestra piel intercultural que sólo espera encontrar un momento de reposo eterno: poetas, estudiantes, profesores, campesinos, obreros, amas de casa, profesionales, sacerdotes…

¡Desgraciados los traidores, Madre patria, desgraciados, ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte! ¿Por qué nacieron hijos tan viles de madre tan cariñosa?

Otto René Castillo

Es el momento apropiado para poder afirmar que, más vale tarde que nunca, las heridas supurantes del alma indohispana han empezado a cicatrizar. Pero mientras sigamos escondiendo la suciedad debajo de la alfombra, no habrá descanso eterno para ellos… nuestros muertos.

He ido desenterrando
todos mis muertos: Sombras
compañeras, latidos
sin música, corona de manos y de lágrimas
lloviendo en la memoria.

El segundo día de noviembre la tristeza camina por cada rincón de las casas. En viaje al cementerio van familias enteras. Los que sobreviven visitan a los que reposan eternamente. El cementerio es un callado imperio. Un hombre muerto pierde todo lo que tuvo y lo que podía tener. Visitar la tumba de los nuestros, cambiar las flores y aspirar el olor a podrido que sale de ellas. Las manos se van llenando de gusanos y podredumbre, el olor a muerte se impregna…

He ido desenterrando mis muertos
y mis horas (y sus horas),
mis muertos
y sus glorias, (mis glorias).
Dolían en lo hondo
de mi tierra: sus sombras
velaban a la vida la cara luminosa

Y yo que había pensado que cuando él muriera estaría a su lado para cerrarle los ojos. Imaginaba que mi mano agarraría fuerte la suya hasta que se fuera alejando y el último latido desapareciera de su cuerpo. O talvez sería al revés. Pero la puta violencia me arrebató esa posibilidad. Me convirtió en una viuda a los 23, intentando salvar del olvido la memoria de un muerto. Una enferma abrazando y tocando todo lo que un día Juan tocó. Tirada bajo la cama sobando sus zapatos, la silla donde se sentaba, buscando en el fondo de esos objetos un poco de su esencia. Angustiada pensando cuántos días tardaría en desaparecer su olor de la tierra, pegando la nariz en todo lo que estuvo cerca de él. Y los retratos que sólo congelaban una faceta muy vieja, muy mirada, muy gastada, usada, pensada, suspirada. Fotos que se confundieron con el verdadero rostro y se gastaron ante los ojos de tanto verlas. Él nunca volvió a tener tres dimensiones; se convirtió en un espejismo, en una caricatura de lo que fue. Lucía Escobar, laCuerda

Quedar sin ellos era
quedar sin mí. ¿No lloran
por mí? ¡Tanto he llorado
yo, por ellos, a solas!
¿Lloran por mí? ¿De su
paraíso me arrojan
con espada de fuego?

A todos ellos
A tus muertos… a mis muertos
un desesperado recuerdo
desde la necesidad de saber que han sido
que aun son dentro de esta mi mente desquiciada.

A todos mis muertos
a los tuyos
a los muertos de los que aun viven,
a todos ellos sonrío
y escucho su rumor de otro día
su voz de antaño que es mi voz:
la mía.

Allí entre ellos, en su morada
en su espacio que no ocupa
está parte de mi esencia,
allí
quieta, dormida está mi infancia
mi juventud,
allí
en su muerte
está parte de mi vida.
A los muertos con nombre
a esos que amé, a los otros,
a los que no conozco
a los que no son míos
pero han sido:
A tus muertos… a mis muertos
A todos.

Guatemala 1 de Noviembre de 2010

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