lunes, 4 de mayo de 2009

¿Por qué?


Carlos Enrique Wer
En La Hora, 28 de abril 2009

Quizás como en otras innumerables oportunidades, asalta la incertidumbre de ¿sobre qué escribir?...hay tantas novedades, no solamente en temas nacionales, sino en aquellos internacionales que de una u otra manera afectan nuestro diario acontecer.

Hoy mismo ella gira alrededor de la problemática que afronta ese hermano país, azotado por el narcotráfico y el crimen organizado, con la aparición de la influenza porcina. O de Ecuador, que amanece de fiesta ante el triunfo del presidente Correa que consolida un eje de países que han encontrado, al responder a sus pueblos con políticas que favorecen a quienes han, por centurias carecido de voz, y que promete una indiscutible influencia sobre el resto de países, que aun como el Brasil de Lula, que no encontró en este líder, la talla que de él se esperaba.

Pero por sobre estos indudables temas de interés, prevaleció el que me hizo meditar profundamente en busca de la respuesta que me respondiera el porqué de las diferencias raciales y el porqué, derivada de ellas, la discriminación para quienes, de distinto color de piel, o de distinta fe de profesión, o de distinta cultura, están sujetos a ella.

En los últimos meses, he tenido la oportunidad de interactuar con personas con diferentes características entre las que resaltan las antes citadas, y he encontrado aquellos eslabones que existen en ellas y que los uniforman con cualquier otro habitante de este hermoso planeta azul.

Pues bien, el asunto es el siguiente: En todos ellos vi, en ocasiones específicas la demostración física de su sentimiento, mismo que hacía rodar lágrimas de sus ojos, una explosión de sentimiento repetido por miles de millones de seres en el mundo. Lágrimas que demuestran dolor, que demuestran tristeza, o que pueden derramar por alegría. Ni pude, por más que quise prestar atención, encontrar la diferencia. Ni encontré lágrimas azules. Ni pude ver si las había negras o amarillas. Fueron simple y sencillamente las expresiones húmedas de un sentimiento que es idéntico en cualquier parte y raza del mundo.

Igual me sucedió, si esa expresión no fueran lágrimas, sino una de alegría que nos hace saltar, gritar, o cualquier otra explosión de contento y júbilo. No pude tampoco alcanzar a ver si en ellas, podría encontrar alguna señal de diferencia. Iguales expresiones faciales, igual reacción anímica, igual demostración de un sentimiento.

¿Por qué? Me pregunte insistentemente. Porque el ser humano, con tan maravillosas capacidades para construir, para descubrir secretos celosamente cuidados por la naturaleza, para poder interpretar los sonidos naturales de ella, al ordenarlos armoniosamente puede producir la cantidad de expresiones musicales, que permiten elevar esa parte etérea de nuestro ser y elevarlo hasta alturas inimaginables.

¿Qué fuerza maligna impide al ser humano ejercer la capacidad de poder elevarse a planos de excelsitud de sus potencialidades? ¿Qué detiene al ser humano que le impide encontrar esa llave secreta, que lo llevaría a encontrar en esos planos, la verdadera realización del ser?

A diario, y en todas partes del mundo, tenemos demostraciones del poder y la fuerza de esas capacidades. Todos los días hay seres, que aunque aparentemente desconocidos, han encontrado en esas fuerzas internas la verdadera razón de su esencia humana. Todos los días encuentras ejemplos de seres humanos, capaces de enfrentarse esas fuerzas negativas, que te pavimentan el camino, para ocultarte lo valioso que representa el que aprendas a sortear y superar obstáculos. Y que en la medida de ello, aprender a comprender la maravilla del mensaje "Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre"

Buscar y luchar por la libertad es también buscar y luchar por esa luz que el inmortal Goethe, en la frontera física, al final de su vida le hicieses expresar "¡Luz, más Luz!"

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