Matando al ave se mata el canto
declaran tontos y necios
No se puede enjaular al viento
quien trasladó el lamento
y transformó la lluvia en llanto
En táctico operativo acribillaron a Facundo
¿Qué amenaza era el cantante?
¿Cuál la ofensa del caminante?
¿Cuál su pecado lacerante?
Ninguno
En un país do la razón anatema
y la poesía escoria o amenaza
la tierra se anega con sangre
de vates y mecenas
se arrancan lenguas de cantores
y trituran escritores
Pero nuestros pueblos juglares
adornan versos con plumas coloridas
y veteadas pieles de jaguares
remojan en lagos, ríos y praderas floridas
dulces palabras que surcan los mares.
Facundo, Facundo
¿Qué puede cantarle minúsculo aprendiz
al poeta del centelleante matiz?
En esta dimensión cósmica,
fuiste ciudadano del mundo
Arrullaste pueblos con tus versos y tus coplas
Tu credo recorrió la atmósfera
tu humana forma de vivir
vertía en tu guitarra
la sencillez de la cigarra
El trovador libre e indisciplinado
era un cantor de aquí y de allá
sus alas llevaban el sol embobinado
y sus trinos el soplo insubordinado
Su patria, donde cantaba
Su frazada, multicolor como teces
como ojos que viesen
Si sabe la farsa tejida de su crimen
rabioso vendrá
a través del viento, de la marcha
del frío de la escarcha
de quien no cree más en cuentos
de narcos, putas y otros intentos
Caíste Facundo porque acá
en esta parcela de tu América
persisten los vetustos cara duras,
chafarotes que se orinan en la patria
milicos de mano dura
de la misma estirpe
de los que asesinaron a Nora y Otto René
Caíste porque en esta hacienda
patronos andan de fuste, siervos de lustre
y políticos de embuste
Aquí se mata por una mirada
por un desprecio femenino
por una desavenencia con el vecino
no digamos por incómoda tonada
Caíste para desviar un río
que arrollaba generales
pretexto ideal para sacar el panal
y tirarlo a otros criminales
Los pobres no deben pedir perdón Facundo
sino justicia para ti residente del mundo
que mejor recompensa
que no solo la obtengan los aclamados
sino también los marginados
Que mayor justicia sería
saber algún día
la verdad de tu muerte
Descubriríamos que de los ricos sables
aún estamos a su vil suerte
Carlos Maldonado
Guatemala, 13 de julio de 2011
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