Por Marcela Gereda
Elperiodico, 10-05-10
Poco a poco desaparece la flor de la jacaranda y el matilisguate. Se despidió ya la flor blanca del cafeto y aparecieron de repente los zompopos y ronrones. Las calles se visten de gris y de lluvia. Un buen momento para recuperar “La latitud de la flor y del granizo”. Un buen instante para dialogar con ese hombre que no lograba concebir el mundo sin ese componente mágico de la realidad: los pájaros. Acaso un buen lugar para darse cita con el filósofo nacido en Chimaltenago en 1940 que entendió el universo como una totalidad en movimiento. El mismo que dijo:
Puedo decir que estuve en el centro de la lluvia, en la mansión del pájaro serpiente, el lugar donde empiezan y acaban los caminos de Guatemala. Ahí reencontré a los indios. Los guatemaltecos más antiguos- y allí forjé para toda la vida mi oficio de revolucionario. Allí comencé a escribir.
Y “que la formación del alma bajo la influencia poética es sin duda un privilegio. La poesía ha sido siempre una reafirmación en la negación de lo humano. Es la voluntad de persistir en a la nobleza de la especie frente a la opresión, la esclavitud, el industrialismo, la materia basta o la muerta. Sin la poesía el mundo estaría concluido; ella es el fruto óptimo de la libertad”.
Dijo en una entrevista Mario Payeras: “los cuentos de “El Mundo como flor y como invento” son de cierta manera un recuento de mi niñez, y a la vez quiere ser el mapa de una realidad que presiento tras la apariencia perecedera de las cosas. Nací en una de esas casas de tejados y zaguán con naranjos y rosaledas en el patio, donde el tiempo interior es obra de los pájaros…Me motiva a escribir la ingenua creencia de que podemos algo contra el tiempo, ese que se traga lo mejor que hemos visto y vivido”.
¿No es acaso esta una razón suficiente para que le demos un espacio en nuestras libreras y en las calles y esquinas de nuestra alma?, ¿no es acaso la pluma de este guatemalteco nacido en Chimaltenago una tan alta y digna para representarnos y formar parte de nuestra identidad nacional?
Dice Payeras de sus recuerdos de niño en Chimaltenango: “Nací en Chimaltenango, un pueblo cakchikel del altiplano guatemalteco. Por las noches, en los meses de mucho frío, mi aya me arrullaba en el patio, bajo el firmamento. Arriba veía yo la polvareda cósmica, rama de un infinito árbol de luz. Abajo chirriaban los grillos, sonando un alto y traslucido violín que yo tomaba por ruido estelar. Cada vez que huelo el olor a hilo de huipiles evoco a quien me mecía abrazado.
Hace unos días se quemó la librería EL Pensativo en La Antigua, el almacen donde aguardaba Mario Payeras, Luis Cardoza, Luis de Lion, y tantos otros, miles de libros que esperaban las manos los ojos y el corazón de los lectores, a ser posible jóvenes, libros que nos recuerdan la posibilidad y la necesidad de la revolución
Creo que tenemos la obligación, de difundir el mensaje de esta gente ahora que no hay como hacerlo por otros medios. Es necesario recuperar sus voces. Sus andanzas y miradas. Sobretodo la de un tal Mario Payeras, quien nos invita a aventurarnos por viajes y recorridos en una prosa verde, húmeda, chispeante. A hacernos amigos de los pájaros y del jaguar. A sentir florecer la primavera del mundo.
Payeras amó y defendió las tierras de Guatemala y a su gente, nos ofreció desde su pluma y su quehacer político su vida completa y cándida. Es ese –entre otros- su legado: Ternura y sinceridad. Claridad, primavera y la responsabilidad de la tarea del intelectual: La tarea del intelectual es la de recuperar la esperanza de emancipación para los seres humanos.
Además de esperanza y posibilidad, para Payeras el lenguaje “es sonido, signo, magia, organismo de relojería y ser vivo. El arte es un decisivo instrumento de relación con el mundo y con los demás. Y que la literatura es más que una forma instructiva, entretenida: es un estado de consciencia, una temperatura moral.
Poco a poco desaparece la flor de la jacaranda y el matilisguate. Se despidió la flor blanca del cafeto y aparecieron de repente los zompopos y ronrones. Las calles se visten de gris y de lluvia. Un buen momento darnos cita con quien para la literatura es temperatura moral, y el mundo es flor y es invento y es ondas, patrones y descargas de luz, sombras en un todo, en un gestalt que crea una imagen subjetiva del mundo.
Las lluvias de mayo son hoy compañía. Y desde su butaca él está ahí. Con su mirada precisa, con la voz más clara, cantando libre y alto va este compañero del alma y de la lucha, desde la selva y en el centro de la lluvia.
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