miércoles, 7 de abril de 2010

Hasta siempre amigo Carlos Enrique Wer. Quique para los amigos

Rolando Barroso Martínez.

Ex diplomático cubano en Guatemala
En La Hora, 16 de marzo 2010

Aprovecho la gran amistad que me une a Oscar Clemente Marroquín para solicitarle el espacio de tu columna, La última milla, para despedirme de ti desde La Habana, y que por azares del destino escribiste aquí tu última columna, el pasado 9 de marzo bajo el nombre de ¿Será posible comprender?, durante tu estadía en el XXI Encuentro Internacional de Economistas sobre la Globalización y Problemas del Desarrollo. Cual paradoja también del destino que fallecieras en tierras santiagueras, al oriente de Cuba en donde Fidel Castro iniciara la batalla por nuestra definitiva Independencia, y mucho más participando en el acto central por el Día de la Prensa Cubana que se celebra el 14 de marzo, fecha tan significativa para nosotros, pues es coincidente con la salida por primera vez del periódico Patria, editado por nuestro Héroe Nacional, José Martí y tan querido también por nuestros hermanos guatemaltecos.

De Quique aprendí que la edad no importa; que con más de 70 años es posible seguir luchando por una causa justa, y tener una familia y quererla, también una bella niña que lo admire, de seguir buscando amigos y de conservarlos. No me detendré en su rica trayectoria que es bien conocida; desde joven estaba en el lugar necesario para su país y nunca abandonó la trinchera a pesar de muchas amenazas.

A mi llegada a Guatemala, por él conocí a muchas personas, también a muy buenos amigos guatemaltecos -de quienes me siento orgulloso- por él conocí y pude comprender muchas cosas de ese bello país, cuando de manera sistemática salía al interior a visitar a nuestros colaboradores de la salud en los lugares más apartados. De la rica historia, de los mayas, de su cultura, del Quetzal; Quique, amaba mucho a su país.

Por él conocí la humildad del guatemalteco, de cómo vive de sus atenciones a los amigos cubanos, de su empeño en mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas al empeñarse en la noble labor de que muchos viajaran a Venezuela a recuperar y mejorarse de la vista, algo tal vez no conocido.

Debo confesarte que mi esposa sentía una gran admiración por ti, también la enseñaste a amar a tu país, tiene tus recuerdos acá en nuestra casa y se sentía fascinada por tu pequeña y bella hija.

Guardo y siempre lo haré muy gratos recuerdos de mis encuentros contigo. Falleciste en casa de tus amigos; tu retorno a Guatemala, será como el gran hombre que fuiste y que seguirás siendo.

Adiós a un gran amigo, de tus tantos amigos cubanos.

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