miércoles, 9 de diciembre de 2009

La paja en el ojo ajeno

Carlos Maldonado


Han pasado dos semanas desde que el escándalo sobre abusos sexuales contra niños de parte de varios sacerdotes pertenecientes a la Iglesia Católica de Irlanda, fuera dado a conocer a través del Informe Murphy. Sin embargo, la Iglesia Católica de Guatemala no se ha pronunciado al respecto. No obstante, el Cardenal, Rodolfo Quezada Toruño, si ha sido muy incisivo en sus homilías con respecto al Reglamento de la Ley de Educación Sexual.
¿Paradójico, no? Pastores que debían velar por la seguridad, respeto y dignidad de niños, parte de la grey más vulnerable, fueron, al contrario, sus victimarios. Nuestro país no es la excepción. Hay innumerables historias de abusos a menores y de no tan menores de parte de sacerdotes, quienes utilizando en medio de una población que los ve con autoridad, esa ventaja, han abusado de su investidura para engañar y perpetrar actos reñidos con la dignidad humana y contra la ley. Empero, sus actos han quedado impunes y agregados a la jocosidad popular a través de chistes y anécdotas graciosas. Sin embargo, para sus víctimas esas injusticias no son tan chistosas. Al contrario, son heridas que quedan en el alma de quien las sufre en carne propia que sumadas sirven de alimento a la impunidad  que se vive en el país.
En vez de señalar esos hechos como bochornosos y de condena pública, la Iglesia no ha dicho ni pío al respecto. Eso sí, se lanza en una “santa cruzada” contra una ley que vendría a ser parte de la solución a la ignorancia con respecto al tema sexual que muchas comunidades en el país tienen.
El Cardenal se preocupa más en la imagen de una Iglesia puritana, que muchos sabemos, en este tiempo es hasta ridículo ostentar, que en la vida y la salud de miles de feligreses y no feligreses, pues al oponerse a una ley nacional se pasa llevando entre las piernas a miles que no practicamos una religión y cuya razón para ello, exponemos ante nuestros hijos sin ningún secreto ni ninguna mezquindad. Con ello, ayudamos a formar espíritus libres que decidan en el futuro por sí mismos qué camino tomar sin que para ello tenga que mediar el terror a elucubraciones y fantasías religiosas, entre las que situamos al cielo o al infierno. Para nosotros lo sexual es parte inherente al ser humano y no un anatema religioso.
Mínimo, debería dejarse a los niños y niñas escuchar las tesis científicas del desarrollo humano entre el que se cuenta el sexual, a las cuales, indudablemente, los padres podrán aportar o aprender de ellas, en vez de apartarse toscamente. Eso no solo es equivocado sino medieval.
El Cardenal ve la paja en el ojo ajeno más no la viga en hay en los de la Iglesia.

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