martes, 3 de noviembre de 2009

A la memoria de LEONEL CABELLEROS Y ROBIN GARCÍA

Discurso de Julio García Dávila, pronunciado en el Palacio Nacional de la Cultura de Guatemala, con motivo del reconocimiento de responsabilidad del Estado y petición de perdón.


Guatemala, 29 de octubre de 2009.

Señor Vicepresidente de la República, señores representantes de los organismos del Estado que han contribuido a que este magno acto se dé, familiares de Leonel Caballeros y de Robin García, distinguidos y queridos amigos.

Quiero iniciar agradeciendo a las entidades del Estado la receptividad y la cooperación que nos han brindado a los requerimiento y gestiones que hemos realizado para que hoy este magno acto público sea una realidad.

Hace 32 años, dos meses y 26 días, en este mismo hermoso edificio, ingresábamos mi padre, mis hermanos y yo, al despacho de Donaldo Alvarez Ruiz, a suplicarle que respetara la vida de mi hermano Robin Mayro, audiencia que nos dieron como respuesta a un telegrama que envió mi padre al presidente Kjel Laugerud. Al advertirnos en la entrada que solo podíamos estar 20 minutos, pues con las referencias públicas que habían de Donaldo Alvarez Ruiz, las expectativas positivas eran limitadas, pero había que agotar ya solo ese recurso que nos quedaba, después de estar siete días buscando a mi hermano en centros de detención, cuarteles, hospitales, morgues y participando en todas la manifestaciones que exigían su aparición, así como recorriendo una a una todas las aulas universitarias, de las escuelas e institutos públicos solicitando el apoyo de los estudiantes y a punto de iniciar una huelga de hambre…. Después de plantearle al ministro que estábamos convencidos que Robin estaba capturado y le suplicábamos que fuera consignado a un tribunal para que fuera juzgado por un juez y que tuviera la oportunidad de defenderse, obtuvimos la respuesta que siempre habíamos visto en los medios de comunicación, con su vista hacia otro lado incapaz de vernos a la cara, “Su hermano no está en ningún centro de detención y aunque ustedes no han hecho una denuncia formal, estamos investigando de oficio y ahora que hemos hablado con ustedes haremos esfuerzos para que aparezca, vayan ahora mismo con el coronel Castillo al departamento judicial, en la 14 calle entre 6ª. Y 7ª. Avenida, zona 1 y apórtenle todo lo que sepan de él, el nombre de la novia, de sus amigos más cercanos, lugares que frecuenta, etc.”. Llamó al jefe de la judicial para decirle que íbamos para allá y hasta hizo el favor de decirle que quitara el número de la placa de mi picopito, de la lista que tenía de los que habían participado en las manifestaciones, “porque es del hermano”.

Ese mismo día anunció por los medios de comunicación masiva que reprimiría la más grande manifestación que los estudiantes anunciaron que se llevaría a cabo el viernes.

Al día siguiente jueves 4 de agosto de 1977, cuando por la mañana, aún me encontraba en una concentración de las valerosas patojas del Inca, como todos los admirables muchachos de educación media, representados por la coordinadora de estudiantes de educación media de finales de los años 70’s, fui notificado que de mi casa me andaban localizando. Una funeraria como ave de rapiña había llegado a casa a notificar que un cadáver con la cédula de mi hermano había sido recogido en Palín y que fue llevado a la morgue del hospital de Escuintla y que al contratar con ellos el servicio, llevaron a mis padres y hermanas a esa ciudad.

Durante mi recorrido a Escuintla, a la altura de la Sonora fui detenido por una patrulla, quienes después de revisar mis documentos y revisar mi picopito, al constatar que no llevaba armas más que las siempre llevo en mi intelecto y que ellos son incapaces de ver, me dejaron seguir.

Al llegar al hospital de Escuintla, a la primera que vi sentada en una banca de la morgue fue a mi madre que desconsolada lloraba, con su rostro impresionantemente bañado de lágrimas de madre, me dijo allí está adentro. Mi padre me acompañó a ver el cuerpo… yo, aunque identifiqué su inconfundible figura, le dije a mi padre, ¿será él?, sí, me dijo enseñándome una pequeña deformación que en la oreja tenemos los hijos varones y que la heredamos de él; su rostro era irreconocible por la barbarie a la que fue sometido, me detuve un instante para verlo mientras pude contener mis lágrimas, tenía la mano derecha casi desprendida con señales de evidentes golpes probablemente ejecutados con un martillo; una herida de cuchillo o bayoneta en el cuello, desfiguración total de la cara por lo golpes recibidos, varias fracturas en el cráneo, una particular en la sien izquierda con gran profundidad, que según el forense fue la que le causó la muerte, además tenía el tiro de gracia.

Probablemente me he quedado corto con la descripción de lo que vi, porque fue peor, antes de romper en llanto que me cegó la vista y los pensamientos, solo recuerdo que mi hermana que era enfermera, me ofreció un calmante …. Y yo les pedí un arma….

Durante la vela en el Instituto Rafael Aqueche por la noche y en la Escuela de Comercio en el día 5 de agosto de 1977, fue impresionante el desfile de personas que nos acompañaron y lo impresionante fue que la inmensa mayoría eran jóvenes de educación media que no podían ocultar en sus rostros el dolor al golpe que se le había dado a la juventud, al desatender el clamor popular que durante siete días pidió a Robin Vivo; y fue doblemente criminal porque fue la juventud, la que pedía que lo entregaran con vida.

El sepelio se llevó a cabo en completo silencio, con un alto sentido de respeto y una seriedad con que los jóvenes le demostraron al gobierno fraudulento de Kjel Laugerud, del tristemente célebre criminal Mario Sandoval y el no menos tristemente célebre criminal Donaldo Alvarez Ruiz.

Desde ese nefasto 4 de agosto de 1977 que jamás olvidaré, aprendí a sentir lo que es el dolor del alma. A toda la familia, nos ha llevado muchos años aprender a vivir con ese dolor del alma, observando como impunemente los autores de tan alevosos crímenes, se pasean por las calles de Guatemala. Con un sistema llamado de justicia, que en complicidad con el silencio que han impuesto los militares para que no se conozca la memoria histórica reciente y mucho menos que se reconozca a tan dignos guatemaltecos que ofrendaron su vida porque en Guatemala, nuestro amado país hubiera cambios en beneficio de los desposeídos, que son la mayoría de los guatemaltecos.

Hablar de la obra de Robin Mayro García Dávila, basta decir que amó a la naturaleza en todas sus expresiones, amó, respetó y ayudó al prójimo en toda circunstancia, fue un estudiante destacado, preclaro y visionario, como dirigente estudiantil libró duras batallas por reivindicaciones socioeconómicas para los catedráticos, estudiantes y para la población humilde del País. Su obra comienza desde muy pequeño apoyando la obra social del Padre Gómez en la iglesia de Kaminal Juyú, zona 7, cooperando en los desastres ocasionados por fenómenos naturales, desde el grupo de scouts de la misma iglesia. Extraordinario deportista, destacado en fútbol, voleibol y básquetbol. Dirigió el equipo de niños de la 5ª. División “mosquitos” de un club deportivo que él fundó y que manejábamos cuatro equipos de fútbol y se jugaba en los campos del patronato antialcohólico de la zona 7 y que desapareció a raíz del terremoto de 1976 que hicieron de los campos, asentamientos humanos.

Robin ya cursaba el primer año en la facultad de agronomía de la Usac, a su corta edad ya era un destacado dirigente con la conciencia social adquirida desde su nacimiento en Tiquisate, donde asimiló el descontento social y económico que se vivía, el desprecio contra el ejercito y la admiración que se percibía por la era revolucionaria del Dr. Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz Guzmán, a pesar de la imposición de silencio a que el ejercito tenía sometido al pueblo. A pesar de todo, siempre existieron los rebeldes que se hacían oír. El gran ejemplo de nuestros padres, también del gran ejemplo de la revolución cubana que se dio en esa época.

Ya en la capital a donde nos trasladamos por haber sido despedido mi padre de la compañía frutera donde trabajó por más de 30 años, era evidente las injusticias sociales hacia el campesino, hacia el obrero y la discriminación hacia el indígena, aunado a las dictadura militares impuestas por golpes de estado y posteriormente por farsas electorales fraudulentas, que instauraron la guerra de contrainsurgencia como justificación para perpetuarse en el poder, logrando establecer gobiernos totalitarios de extrema derecha con la bendición de los sectores más recalcitrantes desde 1954. Así controlaron el congreso, el organismo legislativo y no digamos el ejecutivo. Ser estudiante o intelectual casi era la pena de muerte, no digamos dirigentes de la talla de Leonel Caballeros y Robin García, que desde su trinchera intelectual, editando el periódico Pueblo y Estudiante, con sus poemas de rebeldía, desde las asociaciones de estudiantes dieron la batalla en tan desigual circunstancias. Lo que les valió ser capturados por miembros de los aparatos represivo del Estado, comandados por los tristemente célebres Donaldo Alvarez Ruiz y el criminal Mario Sandoval Alarcón “El Mico Sandoval” y fueron torturados hasta morir.

Las demandas de Robin, de Leonel y de cientos de miles de dignos guatemaltecos, 32 años más tarde siguen vigentes, un sistema de justicia aún no existe en el país, peor aún, a los genocidas y corruptos se les premia con puestos en el congreso o en organismos del mismo Estado, donde se les abren grandes espacios en los medios de comunicación, hasta han violentado la constitución para tratar de tomar nuevamente el poder. La injusticia social y económica continúa, los niños continúan muriendo de desnutrición y de insalubridad, la educación aún no llega todos los niños, todas las esquinas están llenas de niños pidiendo limosna, lustrando zapatos, oliendo pegamento y otros son negociados como mercancía a extranjeros interesados en adoptarlos. Todo un sistema de asociaciones delictivas que tienen atemorizada a la población, sin que el estado logre controlar la situación.

Sigue vigente la misma visión de Robin que el pueblo debe organizarse y hacer valer su poder, tiene que fortalecerse con su lucha organizada para hacer frente al enemigo común, las pandillas de extorsionistas, el crimen organizado, secuestradores, violadores, políticos, policías y militares corruptos.

A Robin y a Leonel les arrebataron sus bellas y tiernas vidas, pero contrario a lo que pensaron los militares genocidas y sus lacayos civiles serviles, lejos de matarlos les han dado vida eterna, porque Robin y Leonel Viven!

Pido a Dios como ser supremo y al pueblo de Guatemala que es el que vota y el que debe ejercer el poder, que no permitan que nunca más los militares vuelvan a gobernar nuestra amada Guatemala.

4 comentarios:

@... dijo...

Reconforta saber que aún hay gente que recuerda a la juventud y a los intelectuales guatemaltecos que apostaron y lucharon por conseguir un mejor país. Gracias por eso.

He sabido que existe un recopilatorio de los poemas y escritos de Robin García, que se distribuyó, creo, para este acto. Me gustaría saber, si tienen idea de cómo poder conseguir una copia o algo para tenerlo ya que me parece que es la juventud de ese entonces tenía mucho potencial y algo qué decir, y es no debe perderse.

Por su atención, muy agradecido.
Leonel Morales.

Unknown dijo...

Para LEONEL MORALES, puede enviarme una dirección a juliogada@hotmail.com, con gusto le enviaré un ejemplar.
Julio García

Unknown dijo...

Si, solo si la Juventud no tiene Miedo a Morir, la Lucha podra seguir.

mephi-bosehth dijo...

Aún envía ejemplares?

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