martes, 22 de junio de 2010

LA TRAMPA DE LAS ENCUESTAS SURTIERON EL EFECTO DESEADO: HACER TRIUNFAR A JUAN MANUEL SANTOS

Carlos Maldonado
FP

Lo que estaba más claro que agua de manantial pasó: Juan Manuel Santos, el candidato seguidor de la política guerrerista de Estados Unidos que fortaleció Álvaro Uribe, ganó la presidencia en Colombia.

Si alguien pensó realmente que en Colombia iba a haber cambios porque Antanas Mockus, el candidato de los “verdes”, salió a la palestra y cual burbuja, creció rápidamente en las encuestas, no tomó en cuenta que éste fue un producto propagandístico insuflado por los medios para engañar al electorado con un propósito claro: asegurar el triunfo de Santos.

La trama, si bien pretendía asegurar el triunfo del candidato uribista, también tenía como objetivo de profundidad, borrar del espectro político toda posibilidad al Polo Democrático y es más, debilitarlo a tal punto de suprimirlo en esta contienda del imaginario colombiano. Para esto, se necesitó de la ayuda de las empresas encuestadoras quienes unas semanas antes de la votación daban una ventaja considerable a Antanas Mockus ante el oficialista. Eso fue publicitado ampliamente por la otra herramienta al servicio de los poderosos de aquel país y del gobierno de Washington que mantiene fuertes lazos con la oligarquía colombiana: los medios de comunicación tanto nacionales como extranjeros.

Lo anterior, dio como resultado que un buen porcentaje de votantes que, en un principio, se inclinaban por la alternativa de izquierda, aún ante la escasa posibilidad de triunfo, pero que pretendían con su apoyo convertirla en una importante fuerza política, cayeran en la trampa. Votar por Antanas que aunque no era el candidato de su predilección presentaba, según las “tramposas encuestas”, una buena posibilidad para evitar el continuismo de la política de Uribe que obviamente Santos seguirá.

Para llevar a cabo la estrategia mediática de medición engañosa, las encuestadoras, como por arte de magia, unos días antes de la elección, callaron. No presentaron ningún dato aduciendo fallas en sus procesos estadísticos y la prohibición de la ley, dejando en la mente de los colombianos la seguridad que Antanas llevaba la delantera. Empero, la verdad pronto saldría a luz. Antanas no era, ni por asomo, el candidato que derrotaría el continuismo, por tanto ni siquiera el mínimo obstáculo para los planes de la Casa Blanca ni de la oligarquía colombiana. No solo resultó ser, -comprobado por sus palabras en las entrevistas que le hicieron poco antes de la segunda vuelta, -una variante de la derecha más cercana al uribismo que a otras alternativas, sino que iba muy rezagado en las encuestas con relación al candidato oficialista. La trampa funcionó. Los votantes que cambiaron al Polo por Antanas sufrieron la decepción de ver que su movida ni siquiera representó una reñida competencia para la segunda vuelta. Pero el mayor triunfo para la derecha fue que el Polo Democrático no pudo ubicarse en una posición que le permitiera influir en la política colombiana que ahora dominan plenamente los herederos de Uribe no solo por haber alcanzado la presidencia de la república sino la mayoría en el Congreso así como el apoyo de las fuerzas más reaccionarias de ese país incluyendo a las de su comodín Mockus. Aunado a esas triquiñuelas, se sumó el operativo militar que llevó a las fuerzas armadas a rescatar a cuatro rehenes de las FARC unos días antes del proceso electoral. Eso fue explotado por los medios por todos los medios con el fin de asegurar el voto duro para Santos y aupar a los indecisos. Sin embargo, ni aún con ello, la derecha logró obtener mayor participación del pueblo. Al contrario, el abstencionismo se impuso cinco puntos porcentuales en la segunda vuelta lo que da una luz al final del túnel que indica que el pueblo colombiano no acepta esos subterfugios que más que reforzar la democracia la socava.

Esto debe servir para reflexionar a las fuerzas de izquierda de acá y acullá, que pretenden competir contra la derecha en lo electoral para que tomen en consideración que aquellas utilizarán los recursos legales e ilegales para alcanzar el poder. Que tienen a su favor a los medios y a las famosas “empresas encuestadoras” para crear escenarios ficticios como el que se creó en Colombia.

Con los desvaríos de la mal llamada social-democracia en nuestro país, la variante de la derecha más recalcitrante tiene una fuerte opción por llegar al poder ya que ahora, como en Colombia, no les importa si sus gobiernos son representativos. Por ejemplo, para la segunda vuelta en Colombia apenas votó el 45% de los empadronados, lo que indica que con un padrón de 30 millones votaron 13, de los cuales sólo 9, aproximadamente, escogieron a Santos. ¿Se puede llamar democracia la no representatividad? Claro que no, pero a la derecha eso le vale un pepino.

Ahora, alcanzado el objetivo primario que era asegurar el gobierno en forma contundente, con el Congreso bajo su control; haber reducido a su rival más ferviente en la legalidad parlamentaria, el Polo Democrático, a la mínima expresión, con los medios a sus ordenes, quienes tienen y han empezado ya a legitimar “mediáticamente” al gobierno de Santos que en la realidad es tan escuálido como muchos de su perfil en Latinoamérica, se comienza a trazar la estrategia guerrerista de Washington y la oligarquía colombiana de lograr convertir a Colombia en un enclave político-militar en América para frenar los procesos revolucionarios que se han erigido en América del Sur que presentan un estorbo en la consecución y control de los recursos naturales y energéticos que tanto necesita el Imperio para sobrevivir.

No obstante, eso no puede ser expresado tan notoriamente por esa oligarquía, por eso es oportuno entender que en la parafernalia de la toma de posesión, Santos extendió la mano a Venezuela y Ecuador, sin embargo, todos sabemos que detrás de esos gestos conciliatorios se agazapan los intereses imperialistas de Washington que ha asegurado con el triunfo de la derecha en Colombia una importante cabeza de playa en sus planes de invasión y derrocamiento de gobiernos que han escapado por ahora de su égida. Esa es su estrategia; ahora veremos que tienen que decir los pueblos y sus gobiernos ante esa amenaza que se fortaleció con el triunfo del uribismo en Colombia.

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