lunes, 1 de octubre de 2012

Carta de Bernardo Alvarado Monzón a su hija, Maya Varinia, y respuesta de Maya Varinia a su papá, 28 de septiembre de 2012

Carta de Bernardo Alvarado Monzón

a su hija, Maya Varinia, en el primer año de su nacimiento

Maya Varinia

¡Un año! Cuantas cosas han pasado en este tiempo. Ya doblaste 365 días de tu vida, y de la nuestra. Has soñado 12 lunas nuevas y has dado una vuelta completa alrededor del sol cual valiente cosmonauta. Te vi llegar y algún día sabrás porque hube de alejarme.

Hace un año, flor de maíz y de alegría, estallaste entre nosotros germinada en la esperanza silenciosa y en la lucha continua de la vida.

Muchos niños llegaron ese día. Como tú todos dulces y buenos. Todos son tus hermanos. Pero más cerca de ti aquellos que dejan al viento la huella descalcita de sus pies. Estos que lloran soñando lágrimas de leche. Aquellos de terrestre sonrisa y juguetes lejanos. Con todos ellos de remendada y sencilla alegría debes compartir los dulces que consigas y tus juegos.

Hay niños más sanos y robustos que tu. Habrá nenas mas lindas y bellas que tu. Pero para nosotros nada más bello y entrañable que tu; fruto ansiado y promisorio de un amor profundo como la simple verdad y terco como la piedra.

Maya, por tu prísnita raíz y el combate de tu madre. Varinia, con este nombre llego el amor al corazón de Espartaco. ¿Que quien es él? Tú conocerás su historia.

He dicho a tu madre que pareces abejita. Te voy a decir porqué pero nunca te envanezcas: por el suave dorado de tus cabellos iluminando tu redonda cabecita;

Por empañalados contornos de tu angelical cuerpecito;

Por la dulce mirada que fluye de tus grandes ojitos de venado;

Por la miel de tu sonrisa en tus labios atrapada, en tus dientes escondida y en toda tu boquita regada. En fin, porque eres panal de alegrías y esperanzas.

Has crecido. Seguirás creciendo para vivir, amar y luchar intensamente. Crecer en la nobleza y dignidad de la semilla fructificada en el vientre sagrado de tu madre. Responder al barro ancestral de tus abuelos, a la sangre combatiente de tus padres, al grito rebelde de tu pueblo y a la alegre victoria de los pobres.

¡Cuánto te amamos! ¡Cuánto bien deseamos para ti y todos los niños! ¡Cuán inmensamente felices somos contigo!

18 de agosto de 1964

Respuesta de Maya Varinia Alvarado Chávez
a su papá, Bernardo Alvarado Monzón,
a 40 años de su desaparición forzada

Hola papi:

¡40 años! No puedes imaginar cuánto ha pasado desde aquel 26 de septiembre de 1972, cuando quedé esperando tu regreso para ir a los helados Gloria a montar al carrusel y comer helado. Yo tenía 9 años. Nueve veces había dado la vuelta completa alrededor del sol “cual valiente cosmonauta”. Te vi alejarte y aunque mucho después supe por qué, en esos días todo era muy confuso para mí.

¿Sabes por qué? porque identificaba yo la “desaparición” con el juego de magia que nos hacías al cachorro y a mí: Nos desaparecías juguetes que pronto aparecían en la mano contraria a la que te lo habías colocado al inicio. Era un juego al que se incorporaba mamá, y a veces también la desaparecías a ella, y pronto aparecía, y nosotros estallábamos de alegría y ustedes dos nos llenaban de besos que curtieron nuestra carne y han quedado circulando en nuestra sangre. Sin esos besos, sin toda la ternura que derramaron tu y ella sobre nosotros y que nos alienta, sería difícil transitar sobre esta tierra que tanto amaste. Yo espere mucho tiempo tu regreso porque tú eras el especialista en “aparecer” lo “desaparecido”. Tus hijos teníamos nueve y cuatro años. Tenías tú un presentimiento porque te diste a nosotros con tal intensidad, que ha sido permanente de “aparecimiento” en nuestras vidas.

Sé que mi llegada al mundo fue una inmensa felicidad para ustedes, en medio de condiciones de clandestinidad muy duras, por la lucha que habían decidido emprender, que les costó tanto sacrificios y persecuciones y a la que ambos entregaron la vida sin dobleces. Yo me alegro de mi vida pero me alegro más de la tuya y la de mamá y que mi llegada al mundo fuera fruto del amor y el deseo.

¿Sabes? Hace una semana falleció en su cama uno de tus verdugos, ya casi todos han muerto sin que hubiera justicia para ti, para nosotros. Tengo lástima de ellos. Su muerte, aparentemente calmada y serena, transcurrió en la nada como sus lastimeras vidas.

Segura como estoy que quien es capaz de cometer los crímenes que ellos cometieron, son incapaces de sembrar la sencillez y la hermosura que tú sembraste, me apenan unas hijas e hijos que nunca pudieron recibir lo que mi hermano y yo recibimos.

No sabes cuánto significa para mí que cada vez que saludo a alguien que te conoció me abrace y me hablen con admiración y cariño del ¡gran Nayo! Esas personas hablan de ti como de alguien difícilmente repetible. Hablan de tu inmensa sonrisa, de la sabiduría de tus palabras, de la paciencia y la ternura, del abrazo afectuoso, incluso de la llamada de atención desde el cariño.

Qué decir de tus sobrinas y sobrinos. Hoy todas y todos son hombres y mujeres. Cada quien desde sus rumbos evoca al tío “Pedro” con un amor que sólo puede nacer de un corazón agradecido por lo que recibió de tus manos inmensas.

Con ellas y ellos solemos hablar de ti, del tío Carlos que se fue contigo y quien me regalo sonrisas de complicidad; De Tonito que junto a Mele fueron desaparecidos casi un año antes que ustedes. Yo sería “pajesita” de la boda de Tonito, planificada para un mes después de la fecha de su desaparición. Los trajes del novio y la novia aún permanecen en el ropero de una casa donde habita “la novia eterna”. Tú sufriste esto, tú llorabas esto por ti, por tu sobrino, pero sobre todo por tu hermana entrañable, casi tu mamá. La abuelita Chita quien a pesar del corazón lleno de dolor por su hijo y dos hermanos, nos siguió prodigando su amor y cuidados hasta que sus ojos se cerraron en la espera continúa.

Quiero contarte que mamá hizo de ti una presencia permanente en nuestras vidas. Nunca remarcó la pena ni el dolor, y no nos sentimos en orfandad jamás. Ella remarcó la responsabilidad de ser tu hija y tu hijo.

Para serte franca hubiera preferido tu presencia normal, haber discutido contigo en mi adolescencia, presentarte a mis amigas, amigos y enamorados. Debatir contigo las propias militancias, escuchar tus observaciones, recibir tu llamada de atención, haberme disgustado contigo, en fin hacer la vida transcurrir con sus dolores y alegrías pero nunca desde esta presencia-ausencia sin lugar y sin nombre.

El cachorro deberá escribir sus propias líneas en esta carta y sé que le hiciste “una falta sin fondo” como diría Cesar Vallejo. Él como tú, es un hombre extraordinario, es médico y a diario le gana batallas a la muerte. También tiene algo de poeta, enamorado y loco. Una niña dulce y hermosa florece en su vida. María Paula, quien lleva en sus ojos, muy parecidos a los tuyos, el rebelde caribe que permanece a pesar de las tormentas. Al cachorro y a mí nos une una ternura infinita que atraviesa el mar. Ese mar que al parecer, y según alguna versión sobre lo que paso contigo y tus hermanos de lucha, pudo haber sido el escenario de tu último aliento. Ese mar inmenso está cubierto de nuestro profundo amor de hermanos. En ese mar, desde el río Polochic, escenario de la inquebrantable rebeldía de este pueblo, desde casi un año, navegan hacia ti las cenizas de mamá, con la brújula imperdible de su “amor profundo como la simple verdad y terco como la piedra”.

Por eso creo que el cachorro está conmigo y entendemos a mamá. Ella en su amor inmenso más que en su dolor, hizo de su vida un altar para ti, un altar del cual se desplazó a sí misma muchas veces. Pienso que esto no te agradaría, por eso no te preocupes por ello, papi. Al rescatar la historia esta tendrá que hablar de los dos.

Sigue entre nosotros la fiel y permanente “Mencha”. De ella seguimos recibiendo cuidados amorosos. Hablar con ella es estar en el medio del tiempo, del pasado y del presente.

Me dices en tu carta que muchos niños llegaron el día en que nací “Como tú todos dulces y buenos. Todos son tus hermanos. Pero más cerca de ti aquellos que dejan al viento la huella descalcita de sus pies. Estos que lloran soñando lágrimas de leche. Aquellos de terrestre sonrisa y juguetes lejanos. Con todos ellos de remendada y sencilla alegría debes compartir los dulces que consigas y tus juegos”.

Sí papí, muchos de esos niños y niñas fueron masacrados después. No me dio tiempo a compartir con todos los dulces que conseguí y los juegos que jugué. Puedo asegurarte que todas y todos eran niños hermosos, pero el ejército estrelló sus cabecitas contra piedras. Algunos de los que sobrevivieron, hoy claman justicia por todo el terror que el Estado, la clase económicamente poderosa y el ejército, sembraron en sus comunidades.

40 años después de tu desaparición y como parte de una organización feminista de mujeres, surgida en los años del conflicto, esta semana, escribo estas líneas en medio del acompañamiento que damos a 15 mujeres quekchíes que fueron víctimas de violencia sexual durante la represión y que están dando su declaración como prueba anticipada en demanda de justicia.

Algunas no son mucho mayores que yo pero el peso del dolor ha dejado marcas en sus cuerpos y en sus almas. Con ellas he comido dulces, con ellas y muchas más que resisten y se rebelan en sus territorios, por toda Guatemala, jugamos una ronda de amor, rebeldía y esperanza.

Muchos niños y niñas que nacen hoy, también hermosos y buenos, mueren de hambre, porque este país que tu quisiste cambiar, se da el lujo de condenarlos como el precio requerido por la ambición insaciable de poder y riquezas de los mismos sectores contra los que luchaste y que siguen allí.

En tu carta me has relatado las razones de mi nombre. Quiero relatarte la razón del nombre de mi hijo y mi hija: José Bernardo y Dirá Ofelia, “por su prísnita raíz y el combate de su abuela y abuelo”.

El amor llegó a mi corazón en las alas de un Ángel que desde la “República” que fuiste a defender en tu juventud. Llegó a Guatemala con sus propios sueños de libertad. Él y yo seguimos empeñados en ese sueño. Como abeja obrera, con él ronroneo en el panal que hemos construido y dónde dos de tus nietos crecen y seguirán creciendo para “vivir, luchar y amar intensamente”. No es un panal perfecto, es solo alegre y sencillamente humano.

40 años después de tu partida que nunca logró ser ausencia, tú te apareces papi. Te veo resistir en Santa Cruz Barillas, San José del Golfo, San Rafael las Flores. Te he visto marchar junto a campesinas y campesinos que recorrieron kilómetros de historia hacia la ciudad en marzo de este año. Te encuentro en el clamor de justicia por el genocidio que los verdugos de este país insisten en negar.

Sobre todo te encuentro en mis sonidos, en mis silencios, en mi carne que recibió tus besos y abrazos. Al pasar por los barrancos recuerdo nuestras excursiones y paseos, allí, de más de personas despojadas de su derecho a una vivienda digna, hay pájaros que cantan, como cuando bajábamos y subíamos por ellos.

Te encuentro en los libros que me leíste y me enseñaste a leer y que hoy leen José Bernardo, Diriá Ofelia y María Paula. Te encuentro en ellos mismos, dulces y rebeldes, hermosos, no los más hermosos, no los más robustos, sólo los más entrañables. Símbolos, desde su tierna estatura de gigantes, del amor y el triunfo de tu vida.

Él y ellas “Crecen en la nobleza y dignidad”. No saben de venganzas y son incapaces de odio. Los tres responden “al barro ancestral de sus abuelos, a la sangre combatiente de sus padres, al grito rebelde de su pueblo y a la alegre victoria de las y los pobres”.

¡Cuánto te amamos! ¡Cuán inmensamente felices y orgullosos nos ha hecho ser carne de tu carne, sangre de tu sangre, vida de tu vida! ¡Cuánto bien deseamos para este país y para el mundo en dónde a pesar del horror, la guerra, el hambre y el desasosiego, todavía circula clandestina y certera, la esperanza!

Guatemala de la eterna rebeldía
28 de septiembre de 2012

A los 40 años de la desaparición forzada de Bernardo Alvarado Monzón (Secretario General del Partido Guatemalteco del Trabajo), Carlos Alvarado Jerez, Mario Silva Jonama, Hugo Barrios Klée, Carlos René Valle y Valle, Miguel Hernández y Hernández, Fantina Rodríguez y Natividad Franco.

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