Por Antonio Castillo
Los hechos de represión indiscriminada en contra de niños, ancianos,
mujeres y hombres de comunidades de San José del Golfo y San Pedro Ayampuc
(Guatemala), a manos de un contingente de la PNC, el 23 de mayo pasado, es una
demostración, una vez más, que en Guatemala, antes de prevalecer el bien común,
el interés público, predomina el interés de la clase dominante y del capital
transnacional.
Quienes representan los intereses de la clase dominante y el capital
transnacional, aglutinados en la Cámara de Industria, la Cámara de Industrias
Extractivas y el mismo Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas,
comerciales, Industriales y Financieras –CACIF-, aducen que son estas
inversiones (de saqueo, expolio, desposesión) las que permitirán reducir la
pobreza, crear empleo, aportar tributos.
Son estos núcleos de poder históricamente dominantes en el país, quienes
ocultan que son estas inversiones las que contaminan, concentran, se apropian y
despojan al pueblo de sus riquezas, y que además generan violencia y represión
bajo un manto de impunidad. Ocultan que es este régimen económico (que
históricamente han construido), el que ha impedido que millones de
guatemaltecos satisfagan dignamente sus necesidades vitales, porque pagan
salarios de hambre y mantienen a millones en el desempleo y subempleo. Ocultan
que son ellos quienes menos impuestos pagan y que son las capas medias y la
mayoría de la clase trabajadora quienes más tributan a través del injusto
Impuesto al Valor Agregado –IVA. Ocultan que son ellos quienes evaden impuestos
de forma legal (a través de sus Fundaciones, por ejemplo) e ilegal, generando un
fraude de miles de millones que bien podrían ser utilizados en garantizar salud,
educación, vivienda, transporte digno y seguridad para las grandes mayorías.
Como buenos
fascistas, ofenden a los ciudadanos y ciudadanas, a las comunidades rurales
mestizas e indígenas, cuando afirman que resistencias como la de La Pura son
manipuladas por extranjeros o personas pagadas desde el exterior. Los ofenden
porque no reconocen que estas ciudadanas y ciudadanos, tienen la capacidad de
analizar y decidir qué es desarrollo y qué no lo es, y de discernir sobre los
efectos negativos y sobre el despojo que representan estas actividades
extractivas. Alaban eso sí, a mestizos o indígenas cuando estos acuerpan y defienden
sus intereses como clase dominante, como los llamados empresarios mayas, o como
Alberto Chumil Julajuj, Alcalde Indígena de Sololá, y Joaquín Nicolás Ordóñez Yax,
Autoridad Indígena Ancestral Maya de los 48 Cantones de Totonicapán, quienes contrario al interés de quienes les han electo, han
impulsado acciones para beneficiarse de una alianza con quienes históricamente han
explotado, expoliado y oprimido a los pueblos originarios.
Estos intereses son los que se operan los medios de difusión masiva: un
discurso de desarrollo que en realidad esconde el interés de la acumulación de
capital por desposesión, el cual se abre paso a toda costa, incluso de la vida
de ciudadanos y ciudadanas guatemaltecas. Esto es lo que opera la red de medios
hegemónicos de prensa, televisión y radio, y sus principales editorialistas,
columnistas, entrevistadores y entrevistados, quienes reproducen una matriz de
falta de información, desinformación y opinión, a favor de la sacrosanta
propiedad privada; una matriz mediática que criminaliza toda oposición a estas
forma de expolio, acusándolas de ser manipuladas por organismos internacionales
y ONG, cuando no de grupos al margen de la ley y terroristas.
Sabiendo que tienen el control del Estado y que el gobernante de turno
juega el papel de operador político de primer orden, los dueños del capital
local y transnacional invocan al llamado Estado de Derecho para imponer a
fuerza de violencia sus intereses, tal y como lo han hecho históricamente.
Acusan a quienes resisten del intento por hacer de nuestro país (del cual se
creen dueños absolutos) un territorio donde exista impunidad y donde se impida
la inversión privada, sin recordar que ellos han reproducido un régimen de
impunidad para beneficiar dicha inversión privada y, sobretodo, para obtener la
máxima ganancia, a costa de reproducir la pobreza y miseria de la mayoría de
quienes integran nuestro pueblo.
En este marco se entiende la represión implementada por el gobierno de Otto
Pérez Molina, quien ha sido un fiel guardián de sus intereses. Un gobierno que
privilegia y defiende el Estado de Derecho (el Estado de Derecho burgués) y
evade aquella parte de la Constitución Política de la República de Guatemala
que mandata al Estado a garantizar el bien común.
A estas alturas es evidente que el actual régimen ha optado por la más
descarada defensa del saqueo y para ello ha decidido utilizar toda la fuerza
represiva disponible, violando Derechos constitucionalmente reconocidos y
violando un conjunto de Derechos Humanos.
Así que la respuesta no puede ser sino la del impulso de un proceso de
resistencia, cuya tarea principal sea movilizar a todo el país, en el entendido
que ninguna resistencia localizada podrá defenderse por sí misma y menos lograr
el objetivo de detener el expolio. Sólo así se podrá detener, asimismo, la
intentona de gestar un gobierno dictatorial a través de una reforma
constitucional conservadora o de un golpe de Estado blando o duro.
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