martes, 3 de mayo de 2011

Nuestro deber este 1o. de Mayo

Por Carlos Maldonado

125 años han pasado desde aquellos heroicos combates de la clase obrera contra sus explotadores en la ciudad norteamericana de Chicago en Mayo de 1886, los cuales, por su dramatismo y ejemplo, dieron vida al Primero de Mayo. Día en que se conmemora a partir de esos sucesos el DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES en todo el mundo, menos en el país en que fueron asesinados nuestros mártires como represalia del sistema en su afán por hacerlos borrar del imaginario de su propio pueblo. No obstante, semejante tropelía a la memoria de los héroes, August Spies, Albert Parsons, Adolph Fisher, George Engel y Louis Lingg: los Mártires de Chicago, víctimas de una de las tantas monstruosidades de una justicia amañada dirigida por la burguesía gringa, vivirán por siempre en el seno tierno de nuestras clases oprimidas pues con su coraje, empeño y consecuencia lograron para todos nosotros, los trabajadores del mundo, su noble propósito: instaurar la jornada de LOS TRES OCHOS: ocho horas de trabajo, ocho horas de recreación y estudio y ocho horas de sueño para reponer energías. Tal división del día encarnaba la tesis de una justicia humanista perfectamente posible; sin embargo, para los capitalistas de ese tiempo inadmisible y, para los de hoy, en muchos lugares, pisoteada. De ahí que los condenaran a la horca por atreverse a formular una lógica laboral más proclive a la dignidad de cada trabajador en la tierra.


Su martirio estuvo salpicado de varios interludios entre los que se cuenta, desde un ataque violento y criminal de una policía armada y represiva; el desprestigio y manipulación de una prensa servil al capital y amarillista, como lo sigue siendo hoy; un sistema judicial represivo, complaciente y corrupto, con legisladores sobornables cuyas reformas laborales engañosas por lo general eran pro-patronales, hasta una jerarquía eclesiástica que siempre estuvo al lado de los poderosos y no de los pobres y vilipendiados a quienes le ha sido mandado defender.

El movimiento revolucionario obrero organizado de Chicago logró con sólo la MOVILIZACIÓN POPULAR, su instrumento clásico de lucha, abolir las criminales condiciones de esclavitud, explotación y miseria en las que se encontraban miles de obreros (niños, mujeres y hombres), sometidos por una oligarquía dominante y organizada con poder y capacidad para mutilar y suprimir libertades, para aumentar la represión contra las actividades obreras, para comprar legisladores, magistrados y jueces y así convertir procesos laborales en penales y criminales contra todos aquellos que osaran cuestionar ese estado de cosas. Respaldados por una Prensa y una Iglesia que decían defender la libertad de expresión y el amor al prójimo pero que no escatimaron esfuerzos para arengar a los fascistas a reprimir y aún asesinar a los miembros más conscientes de la clase trabajadora, igual que lo siguen haciendo hoy, logrando apresar y encausar por medio de un proceso amañado a las principales cabezas de ese movimiento, el cual culminó con su ahorcamiento.

Mucho agua ha pasado bajo los puentes luego de esos nefastos y gloriosos sucesos de Chicago y hoy las condiciones de millones de trabajadores alrededor del mundo se ve agravada por la crisis, ya no periódica, sino permanente del capitalismo. Los dos grandes indicadores de ella, el desempleo y el encarecimiento de los precios de la canasta básica, son una constante en cada región del planeta. No hay país que escape a ellos, aún los países más desarrollados han sido envueltos en esa vorágine crítica de tal manera que en regiones donde antes sus habitantes gozaban de cierta tranquilidad y ecuanimidad, hoy se ven sacudidos por recortes en sus estados de bienestar y la aplicación de recetas neoliberales que golpean directamente a su plana productiva. El desempleo es rampante y la inflación se enseñorea contra los trabajadores mientras sus clases oligárquicas se regodean sobre el sufrimiento y la angustia de aquellos. Al contrario, contra toda lógica, son subvencionados a pesar del descalabro financiero y social provocado por ellos mismos con sus prácticas corruptas. O sea, los culpables de la tragedia de las mayorías son apuntalados con el dinero que salen de los bolsillos de sus propias víctimas trabajadoras.

Premiar al parásito y no al productor directo es la consigna en esta nueva fase del capitalismo especulativo.

No obstante, esas “jugadas maestras” de los especuladores mundiales para robarles su dinero a los trabajadores, han servido para que estos entiendan que dentro del capitalismo su futuro será de miseria y angustia. Que es necesario encontrar una nueva forma de producir, de distribuir y consumir la riqueza producida por ellos. Han ido comprendiendo a través de errores y reveses, de luchas, fracasos y victorias que el socialismo es la única vía posible para no solo salvarse ellos como clase, sino al planeta entero de la voracidad de los grandes consorcios capitalistas que lo han depredado velozmente a tal punto que la existencia misma de la especie humana está en peligro.

Si los mártires de Chicago nos legaron a través de su sangre los beneficios de jornadas laborales más humanas, los trabajadores de este siglo debemos dejarles a nuestras generaciones venideras un nuevo planeta libre de capitalismo que en su fase final, como la que vivimos y padecemos en la actualidad, está dispuesto a arrastrarnos a todos al infierno. De nosotros depende si dejamos que eso suceda.

Por eso, es fundamental que este PRIMERO DE MAYO, todas y todos a marchar por una vida digna y humana que solo podrá ser construida a través, primero del derrocamiento de la oligarquía mundial y segundo, con la construcción del socialismo.

¡Adelante trabajadores y trabajadoras, el futuro es nuestro!

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