lunes, 15 de marzo de 2010

CUANDO UN AMIGO SE VA

En memoria de Quique Wer

Por E. Wilfredo Lanuza

No recuerdo ahora las circunstancias en que nos conocimos, pero puedo recordar con mucha claridad que desde antes de esa ocasión le admiraba por la postura antiimperialista y anticapitalista que reflejaba en su columna en el diario La Hora.

Después de conocernos le seguí admirando, aún cuando en algunas pequeñas cosa diferíamos un poco. Al fin y al cabo, para nosotros los socialistas sigue siendo vigente y política y moralmente necesaria la práctica de la crítica y autocrítica.

Juntos compartimos algunas actividades en las que le conocí un poco mejor y ya no solo le admiré, sino que le aprecié profundamente como un amigo, un hermano y camarada.

Era uno de los valerosos y dignos Cadetes de Agosto y esto era algo que siempre aprecié. Debo decir que siento un profundo desprecio hacia los genocidas y represores del pueblo, aunque debo decir que opino que debe haber algún militar diferente, que albergue en su pecho un sentido nacionalista (no chauvinista) y de aprecio por su pueblo. Antes también los hubo y Quique fue uno de ellos. Para ellos va mi respeto y admiración.

Conservo fresco en mi mente el recuerdo de la vez que estuvimos en una actividad con campesinos. Quique estaba bastante enfermo y no podía dormir a la intemperie, así que se le pidió a un compañero campesino que se le pudiera brindar albergue para pasar la noche a cubierto. Yo recibí la asignación de permanecer con él, aunque debo confesar que dentro de mí ya había decidido desde antes que iba a quedarme con Quique por si su problema de salud se exacerbaba.

Enfermo como estaba, y aunque la noche fue difícil porque la casa donde dormimos dejaba entrar mucho viento frío, especialmente durante la madrugada (esas son las condiciones bajo las que nuestro pueblo vive y debo aclarar también que esa era la casa de una familia de campesinos que la cedió con gusto para que nosotros tuviéramos cama donde dormir; algo por lo que sigo estando muy agradecido porque nos mostró el amor de la gente del pueblo y porque yo también andaba mal de salud) compartió gustoso y alegre su charla con los campesinos y les explicó algunos temas que explicaban causalmente las razones de sus penas y sufrimientos.

Esa clase de experiencias compartidas crea un lazo muy fuerte (también la compartimos con otros compañeros) y una camaradería que nada puede romper. Ahora Quique se ha ido hacia una nueva aurora y haciendo lo que siempre hizo y estará feliz por eso, porque fue a su manera.

Siento la necesidad de decirle a su esposa y a su hija que deben estar orgullosas por haber compartido con Quique y en este momento difícil, deseo hacerles llegar mis condolencias y recordarles que aún cuando ya no esté, Quique sigue viviendo en cada uno de nosotros. No he llamado aún por teléfono a su casa porque soy muy sentimental y ahora que ellas necesitan apoyo moral, creo que sería yo la persona menos indicada para ese fin, así que a cierta distancia seré más útil, pero debo decir que en este día derramo una lágrima por el amigo y le digo: hasta siempre.

Había pensado dejar para otra ocasión un pensamiento que escribí hace más de cuatro años, mientras estaba unos días en Costa Rica y debía despedirme de muy buenos amigos, porque los caminos de la vida se bifurcaban frente a nosotros. Dice así:

Decir adiós nunca es fácil
aunque el acto en sí sea sencillo.
Nunca me acostumbro,
porque cada adiós es un poco como morir.

Hoy no deseo pensar,
no deseo hablar,
este día muchas cosas me duelen
y retuercen las fibras interiores de mi ser.

Me lastima la partida del amigo,
me duele la nostalgia de la lejanía
y me duele la impotencia que hoy siento
ante la vida.


Este día es bello, igual que las personas que me rodean
pero mi corazón se siente quebrantado
porque talvéz el dolor es lo único que tengo
hoy y no encuentro como renunciar a él.


Talvéz mañana le diré adiós a ese dolor
pero hoy no, porque talvéz muy dentro deseo sufrir
de mi única posesión y
deseo aferrarme a algo al menos por hoy.


Mi corazón está triste y lamenta
el dolor de la ausencia
de saberse solitario
este día que quiere sentirse acompañado.

Sólo puedo añadir que me duele profundamente la partida de un amigo, de ese compañero de algunas batallas que casi doblaba mi edad, pero con quien compartíamos un ideal noble: la lucha por una sociedad justa, por un pueblo con dignidad y humanizado de nuevo.

Ahora el pueblo pierde a uno de sus mejores hijos y la lucha pierde a uno de los suyos. Nos corresponde a nosotros los que quedamos aquí, mantener la bandera de esa lucha en alto y hacerla avanzar. El Frente Popular pierde a uno de los suyos, pero seguiremos adelante porque somos pueblo y ya Oliverio lo dijo “mientras haya pueblo, habrá revolución”, ese es nuestro quehacer, nuestra vida.

A Quique digo hoy, como dijo el legendario comandante heroico:

¡Hasta la victoria siempre!

Guatemala, 15 de marzo de 2010.

“Para ser revolucionario hay que sentir en nuestra piel y en nuestro espíritu el dolor del pueblo oprimido y explotado. Hay que hacerse parte de él”.

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